sábado, 20 de agosto de 2011

I CONCURSO DETALLES LITERARIOS HOTEL VICTORIA. ARNEDO

¿SOY MORO O SOY CRISTIANO?.
Corre el año de 923 y Mohamed, nieto de Muza II está sentado en la torre de la Alcazaba mirando  la ladera que baja hacia el río Cidacos. De pronto, Ibn Hasín llega corriendo con un objeto en la mano,  -“Señor, señor”-. Habla, dice Mohamed.  -“Hemos encontrado entre los escombros de la albarrana destruida este exvoto romano con forma de alpargata, de un tal Titullus, hijo de Vianus de los Calaédicos 
 - “Calla y fuera de aquí”. ¡Con la que está cayendo!-. -Ahí fuera está el Sancho Garcés I de los cojones, que ¡mira que es pesado el tío!”-. Observa por encima de la almena y lo ve a la puerta de su tienda. –“Mírale, con su mujer Toda Aznarez y sus hijas,  Lupa, Sancha, Oneca, Urraca, Belasquita  y Muña,  de excursión. ¡No puedo con él y su parafernalia!”-.
Mientras, en el poblado, en el taller de zapatos, Idrisí  e Ibn Hasín charlan a la puerta sentados en un banco de piedra adosado al muro de adobe encalado.
-“Alá es grande, Mahoma es su profeta y Jabir al-Hayyan, el alquimista, descubrió la destilación” en el 800”-. Dice Idrisí mientras se echa al coleto una porción generosa de ese vinillo que cosecha su suegro. Ibn Hasín comenta: “estoy harto, ya no sé si soy moro o cristiano. Estos gobernantes se deberían poner de acuerdo y repartirse los territorios y no estar cada dos por tres en manos de uno u otro. Llevamos 15 años de cambios, no creo que vuelva a pasar esto en España  en los siglos venideros” Esto lo dice con una jarra de vino en una mano y en la otra un fardelejo que le prepara su mujer.
Cantan a gritos “ragab”, siguen bebiendo, cuando de repente empiezan a oír los golpes de la piedra de las catapultas sobre los paños de la muralla.
Se levantan y abrazados y tarareando la canción de moda “habibi ya nour” se dirigen a casa de Idrisí, donde su mujer en babuchas, con el rodillo de amasar en una mano y en la otra una arrahia (zapato de mujer) los pone pies en polvorosa. Mientras caminan piensan que en Arnedo ni el vino, ni los zapatos faltarán nunca.
Sentados en el suelo y a medio camino entre los contrincantes, con la cántara a medias, deciden esperar a que uno de ellos consiga la “VICTORIA”

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