miércoles, 28 de septiembre de 2011

GETAFE NEGRO - EDICION IV - 2011 - MENTIRA.


                                                MENTIRA




El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral.
-Mentira, el coronel si cruzó el umbral del Passetto di Borgo, llevando sano y salvo al Papa Clemente VII hacia el castillo de Sant'Angelo. Le vi, cuando desaparecía por el pasadizo con su yelmo con la pluma blanca ensangrentada  y su espada ropera roja en alto, blandiéndola.

Ha prometido volver, en cuanto el Papa esté a salvo y encontrar al traidor que casi ha conseguido la muerte del Santo Padre.
 Y ese soy yo mi señor, y necesito que me dé protección, pues como vea que no estoy muerto va a atar cabos y....

-Como dijo alguien una vez y creo que era romano, España no paga a traidores . Luis Gonzaga  desenvainó su espada y atravesó al alabardero, que cayó al suelo muerto y su morrión fue dando botes por la escalera del altar de la Basílica hasta parar junto a la columna de Bernini.

sábado, 24 de septiembre de 2011

GETAFE NEGRO- EDICIÓN IV -2011 - APOCALIPSIS

                                                      APOCALIPSIS.




El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral. Una especie de plasma iridiscente, viscoso pero traslúcido, que deja ver el interior de la Capilla Sixtina en su totalidad, como un recortable de papel infantil, desplegado, le impedía a su vez traspasar la puerta.
En el suelo ve a cuatro o cinco de sus alabarderos, muertos o desangrándose en horribles escorzos y con los morriones quitados, mientras dos personajes alados se llevan al Papa, que no se resiste hacia el carro de fuego de Elías, tirado por unos Pegasos, que piafan y bufan.
En la bóveda, Dios ya no tiende la mano a Adán sino que le increpa. Como los archivos GIF se mueven, los profetas están reunidos en un extremo, las Sibilas en el otro.
En la pared del Juicio Final, debajo del Jesús enfadado, hay un gran agujero por donde desaparecen todos las figuras como por un hormiguero.
De repente, el carro desaparece por el agujero. APOCALIPSIS.

XIV CONCURSO DEL GRUPO CORREOS-MODALIDAD LITERATURA-SOY UN PAQUETE

                                     PASARELA CIBELES CORREOS.

Estoy nerviosa, he dormido fatal en el estante, mis compañeros igual, y eso que somos “la crème de la crème” de los sobres y paquetes de la oficina. Somos la línea verde, estamos en el mejor sitio y además contribuimos con dinerillo a la ONG Bosques de la Tierra, para no extinguirnos y estamos bien considerados por ser muy ecológicos.
Vamos a ir a la Pasarela, al desfile de la moda más importante de nuestro mundo y que va a decidir nuestro nuevo look.
Los mejores diseñadores del momento, Paque Tería, Cartonaje, Sobretón y más, están trabajando en el nuevo catálogo y nosotros vamos a asistir al desfile.
Estamos super-super emocionadas las chicas, los sobres, los burofax y demás se hacen los machitos pero en el fondo también.
Todas las cajas verdes nos hemos puesto en la 1ª fila y detrás de mi se ha puesto un sobre verde que me mira con descaro. La verdad es que ya va siendo hora de olvidar al novio burofax que tenía, era muy rápido. Éste es más de mi estilo, verde.
Me han hablado de la línea 360º “Mi Tierra”, con unos estampados preciosos, bien de precio y además conoces mundo.
El paquete E-commerce me está comprometiendo y el sobre me está vigilando, no se que hacer, pero me dice que no sea tonta que coja la línea Erasmus, más bonita y juvenil.
Tengo el cartón hecho un lío, las cajas mayores verdes para botellas, que tienen más experiencia me dicen que ya que no  puedo elegir el paquete de un futbolista famoso(waka waka), vaya a lo seguro, un buen paquete Pymes.
¡SILENCIO! Se abre la cortina y se ilumina la Pasarela Correos.

martes, 20 de septiembre de 2011

CERTAMEN DE RELATO CORTO LOS JARDINES SECRETOS 2011

F31. MILAGRO, de Epífisis

Estaba desahuciado desde hace varios años, cuando me hablaron de un lugar en España especial, los Jardines Secretos de Isla de Pedrosa en Cantabria. Hacia allí me encaminé con toda la ilusión.
Solo con ver, oler, sentir y tocar noté cierta mejoría, pero el efecto del Eucalipto en mis vías respiratorias y en la diabetes y el del árbol del Plátano de sombra que es diurético, emético y laxante, hizo que corriera hacia los demás jardines buscando curación.
La Encina me curó una espinilla de la nariz, el Tamarindo me quitó la febrícula, el sirope de arce con su potasio me ayudó al corazón, con su zinc las defensas, con su calcio los huesos. Yo notaba que iba más ligero, de hecho, adelanté a un adolescente y al pasar por el árbol de la seda, noté que iba perdiendo las lombrices por la patera del pantalón. En el jardín de Rosas me perfumé, también con el cantueso.
El árbol de Júpiter me ayudó con las aftas y estomatitis que me producían la dentadura postiza.
Al llegar al jardín del Romero iba como patinando y me di cuenta que era el efecto laxante de varios de los árboles. Ingresé en Valdecilla.
 

CERTAMEN DE RELATO CORTO LOS JARDINES SECRETOS 2011

F26. LOCURA, de Epífisis

Desde el frenopático estoy escribiendo con la boca, pues la camisa de fuerza me impide hacerlo con la mano. Os cuento. 
Vi “ concurso jardines secretos”, me meto en google y 2.720.000 entradas y como soy un perfeccionista, dije de una en una. Me voy a informar bien.
Según Wikipedia no es jardín sino huerto de flor.
Me he leído el libro de El jardín secreto de Frances Hodgson.
Me he visto la película.
Tarta en Madrid en la calle San Bernardino.
Un día en el Hotel de Santander.
Un blog de sadomasoquismo.
Una exposición de pintura al temple de Juan Correa “Jardín Secreto”.
Me compré un cojín decorado por Cecilia Moreno.
Visité el garden secret de Ecodaisy en Francia. 
Lo que me ha traído aquí ha sido la entrada 69, dice crema Jardín Secreto de Shunga y organicé una reunión de tuppersex en casa.
Soy hombre o por lo menos lo era, y se presentaron seis mujeres, una con una maleta roja. La situación se fue calentando y al llegar a la crema, nos embadurnamos. Yo tuve una reacción alérgica y como me querían coger, salí a la calle como estaba y me trincó la policía local.
 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

CERTAMEN RELATO CORTO DE LOS JARDINES SECRETOS 2011

(572) URTICARIA, de Epífisis

Ayer, me dispuse a escribir mi último microrrelato sobre los jardines secretos y me encontraba inspirado, con cierto prurito de empezar.
Pero NO, no era prurito, era una fuerte picazón y me estaban saliendo por todo el cuerpo una especie de habones, con gran edema y eritema.
Me era imposible teclear con fluidez y la mano iba del ratón al habón sin descanso.
El dermatólogo me ha comentado que es normal, que después de tres meses leyendo y escribiendo relatos sobre jardines y plantas, me he sensibilizado.
Al principio hay una fase de inducción o aferente, luego una fase de provocación o eferente, cuando vuelves a leer otro relato y luego ya, la presentación clínica, la urticaria o el habón.
Es parecido a la relación con el Jefe o con la mujer, puede pasar que solo con oír los pasos por el recibidor se desencadene la reacción de la piel y a veces de edema de glotis, comúnmente acojone.
Tengo curación, debo de dejar de leer relatos, dejar el alcohol y no acostarme con la mujer ( Esto será lo que cumpliré pues me pone los habones a cien ) .
Habón llama a la puerta. Diooooosssss.

CERTAMEN DE RELATO CORTO LOS JARDINES SECRETOS

(551) LA BELLE EPOQUE, de Epífisis

Conocí en el verano del 72 a una miss alemana, de padres españoles, en la escalera de la discoteca que estaba de moda entonces en Santander. LA BELLE EPOQUE, y la pongo con mayúsculas, pues fueron unos días que nunca olvidaré. Ella se llamaba Ana, guapa, morena y nos enamoramos nada más vernos en Caracol.
Yo la dije, -“¿María te gusta la disco BB2?”-Me dijo Eva – “ Me gusta más Jesma”.
Pues entonces llevé a Pepa al Royal 70, pues con una rubia tan exuberante iba a fardar mucho.
La pelirroja Antonia se estaba cansando de estar sentada en La Bohemia y me propuso ir en el coche a unos jardines a las afueras de Santander y que no era ningún secreto, que eran un punto de reunión para parejitas.
Cuando llegamos, parecía el parking del aeropuerto, tuvimos que esperar y Josefa y yo, ni te cuento, nerviositos.
Al aparcar ,Carmen me dijo –“Quítate el jersey”-
Salí del coche y al levantar los brazos, vi en un alto, como en un Otero a unas 400 personas con bebidas, sillas, en filas, mirando.
Terminamos donde el principio, el Albatros, besándonos Lola y yo.
Qué bonito son los recuerdos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

LII.PREMIOS LITERARIOS KUTXA CIUDAD DE SAN SEBASTIÁN 2012

                                                  CESTONA.



Año de 1960, foto de color amarillento en el Monte Igueldo.Con ocho años, estoy sentado en un carrito de dos ruedas con bancos a los lados, pero estoy solo. Bueno entre las varas hay una cabrita que me mira con terror, quizás no sea la palabra, creo que me odia y abre la boca y me enseña la lengua, carece de incisivos superiores.

Han pasado 51 años desde entonces y todavía recuerdo lo que me dijo y noto en mi espinazo como un calambre que me recorre a lo largo de la espalda. Giró la cabeza ladeándola y mirándome a los ojos y moviendo la mandíbula de un lado a otro, susurró mi nombre que me llegó envuelto con un olor fétido que me hizo toser y dijo que como buen sátiro que era, me pasaba el testigo de chivo expiatorio a mí. Había leído el día antes en una revista en el salón de baile del Balneario de Cestona  que en la mitología vasca existen unos seres, los basajaum, llenos de pelo y con patas, algunas veces de cabra y  decía que no suelen ser malísimos, pero que a veces intentan cambiar su expiación. Mientras, el cuarteto de cuerda y piano interpretaba Fortuna, Imperatrix Mundi de Carl Orff y la sonoridad y el volumen de la pieza me envolvieron como en una crisálida y yo noté una metamorfosis corporal, que se muestra en el poder que tengo de entender a esta cabra.

Mi abuela y mi tía me saludaban con la mano y con sus gritos, cada vez que pasaba por su lado, en el recorrido que hacia el carrito alrededor de las atracciones. Pero yo, no tenía ojos nada más que para el basajaun, hasta que se acercó una mujer muy guapa, la Lamia,  con el pelo largo, pero con pies de cabra, que se sentó en el banco libre, me dio un beso en la mejilla y me puso un peine en mi mano y me la cerró con dulzura.
 Todo esto ocurría cuando pasábamos por detrás de la montaña suiza-  Al finalizar el recorrido y bajar, no me tenía en pie. Debía de estar blanco como la cera, pues se asustaron. En el bar me dieron leche con azúcar y me encantó. Rebañé el vaso, lo lamí y algunas gotas que habían caído fuera, las sorbí. Me llevé un cachete, pero no me importó.
Mi tía me dijo –“¿Qué tienes en la mano?”- Dije yo –“Un peine”. Y ella “¿Dónde lo has encontrado?”-. Y yo –“En el carrito y es para mí”.
Volvimos a bajar en el funicular y yo creo que hubiera bajado por la pendiente si me hubieran dejado.

Estaba alojado con mi abuela y una tía en el balneario cercano de Cestona y a partir de entonces todo lo que me parecía maravilloso dejó de serlo y sin embargo otras cosas mejoraron.. La ventana de mi habitación daba a un espacio abierto enorme, donde se divisaba como una ría y todo estaba verde, y yo quería estar allí triscando y corriendo. Me sentía  como en una cárcel.
Me empezaron a salir unos bultos en la frente. Eran como cuernos y me dolían. La piel estaba como para estallar y mi abuela me dijo que eran frecuentes en los hombres casados de varios años.
A mí me dijo que como era pequeño debía de ser acné.

La comida cada vez me parecía más rica. En el desayuno, un pan reciente que olía a tahona, la mantequilla en rulos sumergida  en agua, la leche, espectacular con una nata que no dejaba a nadie que me la quitara. El almuerzo, más de lo mismo, la música envolvente y yo cada vez más independiente, pero comiendo con más ansia. Mi abuela ya no sabía que hacer y a los tres días ya comía en la habitación, me gustaba tirar la comida en la alfombra y ponerme a cuatro patas.
Cuando mi abuela y mi tía iban a tomar las aguas que les daban en unas botellas de vidrio  envueltas en paja, yo me encargaba de devorar el envase.
No solamente  la de ellas, sino que encontré el almacén donde las depositaban y cuando tenía ganas de picar algo sabía donde encontrarlo. El agua sabía a rayos y no podía entender a las humanas paseando por el jardín y rellenando de vez en cuando las botellas de la fuente.

Por detrás del edificio principal había una pista de bolos antigua. Digo antigua porque las losas de piedra estaban agrietadas y con hierbas entre los intersticios, que malamente dejarían rodar un bolo. El columpio estaba lleno de herrumbre, pero me gustaba subir a él y notaba que tenía una agilidad, que ya quisiera tener yo en Madrid. Me moría de ganas de volver y dejar boquiabiertos a los compañeros de mi curso que se metían conmigo por mi falta de destreza.
Hicimos una excursión a Francia, pero lo único que me gustó y que me compraron fue una Virgen de Lourdes fosforescente y hueca por debajo. Me encantaba por la noche en la cama taparme entero y poner mis dedos al trasluz, como los fuegos fatuos o los de San Telmo.
Recuerdo otra excursión a Zarautz, al paseo enfrente de la playa. Nos sentamos en una terraza y me pidieron leche. Cuando vino el camarero, me puso un vaso grande y ancho y en el plato una especie de trozo blanco y duro, que era azúcar sólido. Tenías que ir mojándolo  y se iba reblandeciendo. Aquello me hacía  balar de placer moviendo la mandíbula de un lado al otro.
Mi abuela empezó a recibir quejas de los empleados del balneario, que si les pegaba sustos, que si rompía cosas, que si les robaba comida y que destrozaba la ropa blanca que tenían puesta a secar al lado del río.
Un día que mi tía me estaba bañando se dio cuenta que me estaba saliendo pelo en la espalda y también por delante y que mi pitillo ya no era tal.
 Como era soltera y su desconocimiento era total, me dijo que a partir de ahora, que ya era mayorcito, me bañara solito.
Los bultos de la frente ya se abrieron y me salieron como dos cuernecillos bien formados.
Por la noche yo me acostaba primero, y cuando ella llegaba, se metía en la cama con mucho cuidado para no despertarme. Al principio fue así, pero ahora la estaba esperando y me pegaba a ella, a su espalda, y la pasaba el brazo por encima y yo notaba que ella no sabía que hacer, pero es que a mí me daba mucho gusto.
Tuvo que hablar con mi abuela, pues al día siguiente me pusieron una camita supletoria y lo único que me quedó fue verla mientras se cambiaba de ropa.
Yo cada vez tenía más pelo en los brazos, piernas y cuerpo. Además, me salieron  en la espalda, a lo largo de las vértebras,  unos bultos.
Los pies se empezaron a acortar y el talón como subido. A cambio de la agilidad que había adquirido me empecé a asustar, pues ya casi no hablaba con mi abuela y mi tía. De mi familia de Madrid ya ni me acordaba y no sabía como iba a terminar esto.
Decidí escaparme y me dirigí hacia los jardines, y detrás de unos setos me despedí de mi familia por última vez lanzando un balido lastimero y, dándome la vuelta, me fui hacia el río corriendo a saltos y a cuatro patas.
Al llegar la noche, me refugié debajo de un puente y me quedé como encogido. De repente, de mi espalda sonó un crujido y se abrió, y de ahí salí yo, ya como una cabra en plenitud. Desde mi sitio veía muchas personas con linternas y faroles y gente con varas largas vadeando el río,  y pensé en el disgusto que había causado a mi familia.

Pero lo que estaba claro era que yo no tenía nada que ver con ellos.
Yo tenía el peine en la mano, bueno, en la pata delantera y estaba deseoso de que la Lamia  que me lo había entregado y con la cual yo había quedado, viniera.
Las promesas que me había dado de amor eterno, de que yo iba a ser el único que cepillara su pelo ( y más cosas), me mantenían en perpetua excitación como buen sátiro y cabra loca.
Vi venir a la Lamia con una aureola alrededor de su pelo.  Yo estaba junto al pretil del puente con el peine en una mano y el pene en la otra, cuando me dijo: de eso nada,  vamos al monte Igueldo  que nos están esperando Basajaun y tu destino.
Yo dije –“Uno rápido”- Y ella dijo –“Eres un cabra loco”.
Era noche cerrada, tuvimos que subir  a campo traviesa y la Lamia llegó agotada. Entramos en el parque de atracciones por el agujero de la reja y bordeamos el parque acuático y la montaña suiza y llegamos a las cuadras donde estaban las cabras.
Abrió la puerta y a oscuras llegamos donde estaban echadas. Del fondo se incorporó el basajaum y le dijo la Lamia -“Aquí tienes a tu chivo expiatorio”.
Yo me resistía, pues no pensaba que este fuera a ser mi futuro. La Lamia me cogió del cuello y me puso el collar, liberando a su amigo, que desde ese momento se incorporó en su máxima altura y se dirigió hacia mí.  Me dijo que a partir de entonces tiraría yo del carrito, hasta que consiguiera engatusar, bueno  encabrar a otro ser humano.
De  castigo, se montó una con la Lamia que me dejó a mí lamío y sin resuello, y se fueron juntos.
Al día siguiente, a primera hora me colocaron el arnés del carrito y a esperar la visita de los niños  y de sus encantadoras mamás. Las demás cabras me miraban con recelo. Alguna me dio un mordisco y otra una coz , y yo no me pude defender.
Sobre las once de la mañana vi aparecer a mi abuela, a mi tía y a mis padres. Estuvieron dando vueltas por todo el parque de atracciones y un par de veces se acercaron a donde estábamos las cabras y yo.
Yo los miré. Intenté hacer gestos y hablar, bueno balar,  y no conseguí nada. Mi madre me acarició el lomo y mi padre me dio  un sopapo para que no molestara.
Al cabo de media hora, desaparecieron por la puerta del funicular y ya no los volví a ver nunca jamás.
Soy una cabra de 59 años. Tengo la carne muy ajada, de las que en Canarias llaman carne de machorra y he transportado a una media de doce por día, por 330 días de media por año y por 51 años lo que da la friolera de un total de 191.960 niños.
Estoy cansado, muy cansado de no mirarlos a los ojos para no capturarlos, y de que no sufran lo que yo llevo sufrido. Soy arisco, y si un niño se me acerca a acariciarme, o le muerdo o le doy una coz. No quiero confianzas.
He conseguido rehacer mi vida con una cabra loca que duerme a mi lado. No es lo mejor que me ha pasado, pero tengo la comida y la coyunda segura.
De vez en cuando la Lamia y el Basajaum vienen a verme y se asombran de que siga aquí y de que no quiera cambiarme  con un niño. Se meten conmigo y me provocan, pero no consiguen nada.  Hoy cumplo 60 años. Mi pareja me ha propuesto para esta noche hacer el amor  con la postura de la cabra del Kamasutra. Yo, he estado mirando el libro y me he hecho la picha un lío nunca mejor dicho. Ya veremos.
 Hoy ha montado un niño precioso de unos ocho años. Me ha recordado a mí. Lo he mirado, me ha mirado, pero lo peor ha sido que en el banco de enfrente estaba sentada mi tía, con el pelo blanco.
Al dar la vuelta por detrás de la montaña suiza, me he vuelto y le he dicho que el chivo expiatorio a partir de ahora era él y que tomara el peine, que se iba a enterar de lo que vale  un pe......ne.




miércoles, 7 de septiembre de 2011

XXXVIII EDICIÓN DEL CONCURSO DE CUENTOS "CIUDAD DE TUDELA" 2011

     AL-NÃSIR SALÃH AD DIN YUSUF IBN AYYUB  y  BENJAMÍN IBN YONAH.
                                                                                                                                               Corre el año del señor de 1138, o el año musulmán de 516 o el de los judíos de 4898 en Tudela, Thudela, totela, Tudella, Tutela, Tutele, Tutella o Tutellam, es una ciudad amurallada y con el rio Ebro que la rodea y el rio Queiles y el Mediavilla que la atraviesan.

De una casa estrecha y alta de la calle Dombriz sale un chiquillo de unos ocho años corriendo, mientras su padre, el rabino Jonás se asoma a una ventana pequeña y le grita “Benjamín, ven pronto para cenar”.
Llega a la esquina con la calle Portal, donde están sus amigos y salen corriendo para ver como construyen la iglesia de la Magdalena de una iglesia mozárabe anterior en la calle Caldereros. Antes, chocan  con el rabí Abraham ben Meir Ibn Ezra, casi le tiran, les reprende dulcemente. Es un gran poeta, filósofo, médico, matemático, gramático, cabalista y astrónomo que está preparando un gran viaje por Europa y Egipto.

Se paran a contemplar a los artesanos que están tallando unos canecillos que representan diferentes oficios, pastor, carpintero, zapatero etc.., que van a colocar en la fachada, casi terminada.
Se cansan al rato y se dirigen al río a bañarse y a jugar.
Benjamín Ben Yonah, hijo del rabí Jonás fue preparado por el padre en historia, filosofía y entendido en el comercio de piedras preciosas, sobre todo diamantes. Además conocía el hebreo, el arameo, el griego, el latín y el árabe.
Por consejo del padre decide realizar un viaje por Europa, Oriente, visitando Jerusalén y Egipto, Alejandría y el Cairo, visitando las comunidades judías a su paso e intentando el comercio de piedras preciosas. El padre ha oído hablar de un diamante que tiene el visir de Alejandría, una piedra especial.
Sale de Tudela el año de 1159 d.C. (4919 de su hégira), pasa por Francia a Italia, luego Grecia, Constantinopla, Antioquia, Sidón y Tiro. Su viaje dura varios años y se para meses en cada sitio.

Entra en Palestina por Acre, en manos de los cruzados y recorre en dromedario los Santos Lugares hasta llegar a Jerusalén, donde permanece un tiempo y la describe con multitud de detalles, desde las murallas hasta las casas de oro y cristal. Es un hervidero de cruzados, de todas las órdenes militares, del Santo Sepulcro de Jerusalén, de la Orden Hospitalaria de San Juan, del Temple y de la Orden de San Lázaro.
La comunidad judía le da cobijo, pero puede pasear por toda la ciudad sin ningún roce.
Recorre Damasco, Alepo, Mosul y Bagdad donde se queda más tiempo y la describe minuciosamente, pasa de zonas gobernadas por musulmanes a otras en poder de los cristianos, descansando en los múltiples caravanserais del desierto.

Decide dirigirse hacia Egipto, donde Salãh ad Din , ejerce ya el poder del Sultanato, ha incorporado parte de la élite egipcia en su administración, ha quitado tasas e impuestos, y  una tolerancia tal que le ha granjeado el apoyo de judíos y coptos, claves en el sistema bancario. Corre el año de 1172.

Saladino tiene guerras constantes con el rey de Jerusalén Amalarico I , con los nubios y con los seguidores de Shawar, y se enfrenta a las élites fatimíes y trata de potenciar el sunnismo. Estableció numerosas mezquitas y madrazas para expandir el ideario sunní.

Entra por una de las puertas de Alejandría y solicita presentar sus respetos al Sultán Saladino, el cual haciendo gala de su hospitalidad le recibe y le invita a pasar la velada con él, para que le cuente su viaje, pues tiene interés en conocerlo.
Benjamín, mientras toman dátiles, aceitunas y queso, acompañado de vasos de vino, cuenta con detalle su aventura. Se hace de noche y de repente Saladino se encuentra mal y hace llamar a su médico personal. Entra Maimónides nacido en Al-Andalus y entre los dos lo hechan en un camastro y le toman los pulsos para intentar averiguar lo sucedido. El miedo al envenenamiento es constante. En la larga noche en vela, los dos hablan de su tierra, uno de Tudela y el otro de su Al-Andalus (Córdoba) y Moshé ben Maimón le cuenta que los almohades y los almorávides han hecho horribles matanzas entre los judíos y que por eso tuvo que huir con su familia.

Al-Nãsir Salãh ad Din Yusuf ibn Ayyub no mejora y Maimónides cree que ha sido envenenado y clama por tener la triaca o teriaca, panacea universal de los venenos. Benjamín se levanta, va a donde está su equipaje y vuelve con un tarro y se lo ofrece al físico “Toma, lo compré en Bagdad, úsalo”.

Cuatro gramos disueltos en vino. Maymún le comenta que viene de la antigüedad, de la Escuela de Alejandría y se compone sobre todo de opio, eléboro, jengibre, iris de Florencia, valeriana, acorus aromático, ruibarbo, potentilla, raiz de aristolochia, raiz de asarum, raiz de genciana, madera de aloe, canela de Ceylan, escila, díctamo de Creta, rosa roja, azafrán, champiñón de Paris, zumo de regaliz, extracto de acacia catechu, goma arábiga, mirra, olíbano, benjuí, carne de víbora, terra sigillata, betún de judea y otros ingredientes más.
Al cabo de una semana Saladino se cura y le queda tan agradecido a Benjamín que le instala en el palacio a cuerpo de rey.

Nuar al-Din, desde Siria le exige el pago de 200.000 dinares en pago del ejército de Shirkuh, que le puso en el sultanato de Egipto. Prepara el viaje hacia Damasco llevando 60.000 dinares, manufacturas egipcias, un burro, un elefante y joyas, entre ellas el diamante.

Saladino va a llevar el pago y le dice a Benjamín que le pida lo que quiera, que se lo concede.

Éste no pierde la ocasión y elige el diamante. De Alejandría sale una caravana hacia Damasco y otra más pequeña para coger un barco hacia Sicilia, los dos hombres se abrazan en la puerta de la ciudad y se despiden deseándose las mayores alegrías.
Benjamín llega a Tudela después de un año de viaje, abraza a su padre, le entrega los escritos que ha hecho durante el recorrido y el diamante de Saladino.
Este diamante aparecerá dentro de unos años en León, pero esa es, otra historia.

XXXVIII EDICIÓN DEL CONCURSO DE CUENTOS "CIUDAD DE TUDELA" 2011

                                                 CIRCUNCISIÓN.
Tudela en septiembre de 1212, del año de 590 de la hégira y del año 4972 de los judíos, un día precioso, soleado y cálido, de repente y de la puerta Ferrenna de la muralla, salen un grupo de adolescentes descalzos corriendo hacia el puente sobre el río Ebro y lo atraviesan sin parar, 360 metros, en una carrera alocada.

Llegan al otro lado y se paran, apoyando las manos en las rodillas, con el corazón golpeando las costillas. Son siete, amigos y dispuestos a pasar una tarde, comiendo frutas de las huertas de la Mejana, en la orilla del Ebro y sin que los pille el dueño.
Les encanta ir de garullas y luego con la tripa llena, irse a bañar.
Sus nombres son Recemiro, Nitidio y Nunilo , mozárabes, David, judío, Ordoño, cristiano, Muhammad y Alhakén, mudéjares. Cada uno vive en su barrio, pero en los ratos libres, se encuentran fuera de las murallas, se llevan muy bien y se ríen de casi todo.
Sentados detrás del tapial de la huerta, comen membrillos verdes que les deja la boca áspera y el paladar como con tierra. “Deliciosos” – “Riquísimos” –“Pásame unos higos”.
Se han comido cuatro sandías enormes y calientes, están para reventar y antes de volver a Tudela, Muhammad se pone a orinar en la pared, los demás, como dice el dicho español se colocan también y se ríen de Ordoño, el único que no está circundado.

Dice David –“ Si quieres, se lo digo a mi padre y te quita el pellejo y te hace unas botas, ja, ja, ja”. Todos ríen, pero Ordoño sabe que los cristianos lo único que celebran es la circuncisión del Señor el 1º de enero.
Ya de vuelta, quedan para el día siguiente para ir a ver a las lavanderas al río Queiles y ver esos cuerpos, mojados y enjabonados.

Dice Recemiro “En la puerta de Zaragoza, a las ocho de la mañana y llevar almuerzo, que luego iremos a  bañarnos”.
Alhakén y Muhammad, están apoyados en el torreón, mientras esperan a sus amigos y no paran de mirar a tantas y tantas mujeres, con los cestos de ropas en la cabeza, que van descendiendo por el pilar del puente Mancho hacia el río Queiles, donde hay una ribera lisa y unas pilas de piedra para lavar la ropa.

Los ven venir por la calle Verjas y los apresuran “ Vamos, vamos, que se os han pegado las sábanas”.
Atraviesan el puente de madera y se dirigen hacia las ruinas del molino de agua Alitoli o también llamado toltoli, se introducen en ellas y se asoman por la parte del río. Hay casi cien lavanderas, unas muy serias, sacudiendo la ropa o colocándola para orear o extendiéndola por el verde.
Pero luego están las más jovencitas, que se han percatado de  su llegada y se hacen querer y tontean más de la cuenta, enseñándoles una pierna o un pecho. Además como el río en esta época del año lleva poco agua, las más atrevidas vadean y hacen incursiones hacia el molino.
Dentro, las calenturas van subiendo de tono y las risas nerviosas, auguran un final previsible, porque David también pone de su parte al leerles unas poesías de su abuelo, que son muy eróticas, el famoso Abraham ben Meir Ibn Ezra.

En medio de esta algarabía, se oyen unos quejidos que van aumentando de volumen (Ordoño ), mientras los otros seis, circundados hacen alarde ante el y se mofan de él, tarareando al unísono Mira- Ma-Ma-Molin, una y otra vez en honor de su rey Sancho VII el Fuerte por su actuación en las Navas de Tolosa.
Deciden parar y buscar una solución para su amigo. Quedan para la tarde, en los baños públicos de la puerta de Albazares con dos cántaras de vino y los instrumentos del padre de David.

En un apartado, empiezan a beber sin mesura y al rato están peleándose por ser el cirujano, Ordoño ya no es consciente de lo que le espera, babea y dice “Fe no me guela, eh, ge no me guela na”. “Tranguilo, tranguilo, hay que gortar pog lo sano”- Nunilo coge el instrumento y mientras cuatro lo sujetan, le da un tajo, abre la boca Ordoño y un grito enorme rasga el silencio del baño, sangra como un cerdo y el operador levanta el pellejo como un trofeo y una sonrisa de oreja a oreja. “Rabo” – “Rabo” –“Rabo”.
Lo cogen entre los seis y se lo llevan a su madre, que pone el grito en el cielo y en todos los santos “Un accidente con un pincho de hierro, señora”-la dicen –“Un faux pas” dice el entendido David, - “Una rama de la higuera” dice Alhakén.
La madre lo lleva a la parroquia de San Nicolás donde está el Hospital de San Leonardo y ahí le arreglan la avería.
Lo llevan en procesión por la calle y van cantando “ Lavanderas esperar, que mañana os vais a enterar”.
El herido, con cara de pocos amigos y a voz en cuello, va diciendo “Es otoño, soy Ordoño y mañana ni coño, ni moño, ni madroño, ni roño, ni ñoño, solo baño.

II CONCURSO DE MICRORRELATOS BERNARDO DEL CARPIO

                                         BERNARDO DEL CARPIO.
Cómo he podido llegar a mis 59 años sin llorar todos los días por Bernardo, bastardo desde que nació. Su tío, Alfonso II el Casto, más le hubiera valido ser más fogoso y menos ñoño, como Ordoño.

Bernardo I el Indignado, se lió a dar mandobles a castellanos, leoneses, moros, al alfonso II, al III, a los pares de Francia, a los nones, a Roldan, a Alchaman, al caballero francés Don Bueso, un hueso.

Por  tierras de Salamanca, se le ve vagar con 82 años y la espada Durandal a rastras y diciendo  ¿quiere vos  pelea?.
YO, LLORO.