miércoles, 7 de septiembre de 2011

XXXVIII EDICIÓN DEL CONCURSO DE CUENTOS "CIUDAD DE TUDELA" 2011

                                                 CIRCUNCISIÓN.
Tudela en septiembre de 1212, del año de 590 de la hégira y del año 4972 de los judíos, un día precioso, soleado y cálido, de repente y de la puerta Ferrenna de la muralla, salen un grupo de adolescentes descalzos corriendo hacia el puente sobre el río Ebro y lo atraviesan sin parar, 360 metros, en una carrera alocada.

Llegan al otro lado y se paran, apoyando las manos en las rodillas, con el corazón golpeando las costillas. Son siete, amigos y dispuestos a pasar una tarde, comiendo frutas de las huertas de la Mejana, en la orilla del Ebro y sin que los pille el dueño.
Les encanta ir de garullas y luego con la tripa llena, irse a bañar.
Sus nombres son Recemiro, Nitidio y Nunilo , mozárabes, David, judío, Ordoño, cristiano, Muhammad y Alhakén, mudéjares. Cada uno vive en su barrio, pero en los ratos libres, se encuentran fuera de las murallas, se llevan muy bien y se ríen de casi todo.
Sentados detrás del tapial de la huerta, comen membrillos verdes que les deja la boca áspera y el paladar como con tierra. “Deliciosos” – “Riquísimos” –“Pásame unos higos”.
Se han comido cuatro sandías enormes y calientes, están para reventar y antes de volver a Tudela, Muhammad se pone a orinar en la pared, los demás, como dice el dicho español se colocan también y se ríen de Ordoño, el único que no está circundado.

Dice David –“ Si quieres, se lo digo a mi padre y te quita el pellejo y te hace unas botas, ja, ja, ja”. Todos ríen, pero Ordoño sabe que los cristianos lo único que celebran es la circuncisión del Señor el 1º de enero.
Ya de vuelta, quedan para el día siguiente para ir a ver a las lavanderas al río Queiles y ver esos cuerpos, mojados y enjabonados.

Dice Recemiro “En la puerta de Zaragoza, a las ocho de la mañana y llevar almuerzo, que luego iremos a  bañarnos”.
Alhakén y Muhammad, están apoyados en el torreón, mientras esperan a sus amigos y no paran de mirar a tantas y tantas mujeres, con los cestos de ropas en la cabeza, que van descendiendo por el pilar del puente Mancho hacia el río Queiles, donde hay una ribera lisa y unas pilas de piedra para lavar la ropa.

Los ven venir por la calle Verjas y los apresuran “ Vamos, vamos, que se os han pegado las sábanas”.
Atraviesan el puente de madera y se dirigen hacia las ruinas del molino de agua Alitoli o también llamado toltoli, se introducen en ellas y se asoman por la parte del río. Hay casi cien lavanderas, unas muy serias, sacudiendo la ropa o colocándola para orear o extendiéndola por el verde.
Pero luego están las más jovencitas, que se han percatado de  su llegada y se hacen querer y tontean más de la cuenta, enseñándoles una pierna o un pecho. Además como el río en esta época del año lleva poco agua, las más atrevidas vadean y hacen incursiones hacia el molino.
Dentro, las calenturas van subiendo de tono y las risas nerviosas, auguran un final previsible, porque David también pone de su parte al leerles unas poesías de su abuelo, que son muy eróticas, el famoso Abraham ben Meir Ibn Ezra.

En medio de esta algarabía, se oyen unos quejidos que van aumentando de volumen (Ordoño ), mientras los otros seis, circundados hacen alarde ante el y se mofan de él, tarareando al unísono Mira- Ma-Ma-Molin, una y otra vez en honor de su rey Sancho VII el Fuerte por su actuación en las Navas de Tolosa.
Deciden parar y buscar una solución para su amigo. Quedan para la tarde, en los baños públicos de la puerta de Albazares con dos cántaras de vino y los instrumentos del padre de David.

En un apartado, empiezan a beber sin mesura y al rato están peleándose por ser el cirujano, Ordoño ya no es consciente de lo que le espera, babea y dice “Fe no me guela, eh, ge no me guela na”. “Tranguilo, tranguilo, hay que gortar pog lo sano”- Nunilo coge el instrumento y mientras cuatro lo sujetan, le da un tajo, abre la boca Ordoño y un grito enorme rasga el silencio del baño, sangra como un cerdo y el operador levanta el pellejo como un trofeo y una sonrisa de oreja a oreja. “Rabo” – “Rabo” –“Rabo”.
Lo cogen entre los seis y se lo llevan a su madre, que pone el grito en el cielo y en todos los santos “Un accidente con un pincho de hierro, señora”-la dicen –“Un faux pas” dice el entendido David, - “Una rama de la higuera” dice Alhakén.
La madre lo lleva a la parroquia de San Nicolás donde está el Hospital de San Leonardo y ahí le arreglan la avería.
Lo llevan en procesión por la calle y van cantando “ Lavanderas esperar, que mañana os vais a enterar”.
El herido, con cara de pocos amigos y a voz en cuello, va diciendo “Es otoño, soy Ordoño y mañana ni coño, ni moño, ni madroño, ni roño, ni ñoño, solo baño.

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