martes, 8 de noviembre de 2011

IX CONCURSO DE RELATOS CORTOS PARA LEER EN TRES MINUTOS LUIS DEL VAL - TRES MINUTOS

                                          TRES MINUTOS.
No sé si podré contar en tres minutos mi vida. Pero es lo que me queda para que me apliquen el garrote vil. Los tres meses que he pasado en esta celda inmunda y las torturas que he sufrido, han conseguido que mi lengua en un acto de independencia haya reconocido que pertenezca a la secta de los abecedarianos, herejes, que declaran siguiendo a Storck, discípulo de Lutero, que para salvarse es necesario no saber leer ni escribir.

Ayer, cuando estaba en el potro de tortura y me estaban dislocando  brazos y piernas con la tracción de la rueda muy lentamente, aullaba de dolor y decía a voz en grito, que yo, sabía escribir, que me dejaran demostrarlo.

Me soltaron, pero entonces trajeron un aparato conocido por aplastapulgares o pinniwinks que aprietan con una rueda dentada las raíces de las uñas, hasta que explotan las yemas.
Dos minutos y descansaré.
Reían y me trajeron recado de escribir para que se lo demostrara. No pude.
Por favor, amigo, escribe. Ya me ves, ahora en “la cigüeña”, en esta postura en el armazón de hierro con el cuello, muñecas y tobillos trabados. Desnudo como un perro.

Me metieron después una pera anal que con un tornillo, se va abriendo en el interior, provocando enormes destrozos y dolores intensísimos.

Perdona, te lo ruego, que haya evacuado, es imposible retener, cuenta por favor si sales de aquí, lo que me ha sucedido.

Me querían matar en la rueda horizontal en alto, después de quebrarme todas las articulaciones con un martillo, colocándome debajo de ellas tacos de madera, para convertirme en un gran títere aullante.
Un minuto y dejaré de sufrir.
No pude más, me arrepentí y con eso he conseguido que me den muerte con el garrote vil que además, aunque no salve la vida, consigo el perdón de mis pecados y salvo mi alma
.
A mi familia diles que les quiero mucho, que he muerto en paz y confesado y con sus nombres en mi boca. Que no he sufrido y que recen por mí.
Se oye ruidos de botas por el pasillo, son mis verdugos, amigo, no dejes que te encuentren lo que has escrito sobre mi persona.

Me incorporan en la cigüeña, me giran y veo con horror que el preso que está a mi lado está colgado en lo que llaman la garrucha, con los brazos hacia atrás y la cabeza hundida en su pecho.
Ya pasó el tercer minuto, mi tiempo se ha terminado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario