miércoles, 29 de febrero de 2012

XXIX CONCURSO DE CUENTOS GABRIEL ARESTI - 2011 - FUEGOS FATUOS

FUEGOS FATUOS


Los cadáveres son el mejor abono para las hierbas que crecen en el camposanto y que tanto gustan a los conejos.                                                                                                                                                  La otra noche sin luna fui al cementerio, con un saco y un farol y desde entonces no vivo, ni duermo, ni como y tengo miedo.
La noche era muy oscura, fría y con niebla  a ras del suelo, llegué a la tapia y me dejé caer al otro lado como siempre, pero esta vez algo me atrapó y no podía moverme. El corazón empezó a encabritarse y el humus que subía del suelo empezó a cubrirme.
A diez metros de una tumba con una escultura de un ángel alado, empezó a fluir una luz pálida, azulada, que oscilaba ante mis ojos pero que no desaparecía.

El terror se apoderó de mi, conseguí liberar mi pierna, desgarrándomela y salí de allí saltando la tapia y huyendo a mi casucha, en la que entré, cerrándola de un portazo.
Había oído hablar de los fuegos fatuos o “will” o “the wisp”, pero nunca creí en ellos y también de los miasmas que se producen con la descomposición de las plantas, de los muertos y de los enfermos.
A mí me habían atacado todos a la vez, pues sentado en el suelo detrás de la puerta, con las piernas extendidas, veía la herida abierta en el muslo, grande, sangrando, con trozos de las zarzas enganchadas en el borde irregular y en el fondo un color verde azulado débil.
Estaba a oscuras y veía . Notaba que una ligera nube me rodeaba como un halo pútrido, pues esto es lo que empecé a oler. Era tan hediondo que me hizo vomitar.
Me arrastré al camastro, cogí agua, comida y recado de escribir y me subí a el.
Me quedé dormido en un duerme-vela lleno de sudores y miedos, por lo que me desperté más débil todavía.

Cuando llevaba cinco días encamado, la herida se ennegreció, pero lo peor fue el pié que se había convertido en una masa informe, en la que ya no distinguía los dedos y adonde acudían unas ratas enormes, negras, a comer, que salían de entre las tablas del suelo. No sentía dolor, pero la rigidez de mi cuerpo de cintura para abajo no se correspondía con la relajación de esfínteres que padezco.
La comida no me pasaba y además se pudrió también.
Quince días después del suceso del cementerio, sigo en el camastro y decido escribir por si alguien lo lee.
“Estoy muy débil, a oscuras y la parte del cuerpo de cintura para abajo es una masa informe que destila además de ese olor pútrido, un líquido fluorescente que hace que pueda distinguir las formas de la habitación.

Cuando las campanas de la torre de la iglesia daban las doce de la noche, se empezó a filtrar por la rendija inferior de la puerta una nubecilla azul verdosa que invadió la habitación y se mezcló con mi fluorescencia, mientras fuera se oían unos susurros, unos cánticos quejumbrosos y una música que rechinaba en mi cerebro, era la Santa Compaña que venía a recogerme.
Invoqué a Dios y a todos los Santos y maldije a la vieja bruja del pueblo que orinaba con las piernecillas abiertas, en el regato que bajaba entre las casuchas y arrastraba todos los desechos de los vecinos, mientras me echaba el mal de ojo.

La Santa Compaña se retiró y yo me quedé sumido en el sopor del esfuerzo que había realizado para luchar contra los no vivos y recordé.
Hace muchos años, unos amigos y yo, adolescentes, fuimos a garullas, a comer unos membrillos que teníamos localizados en un prado cerca del río, cuando vimos en el agua, desnuda, bañándose a la tonta del pueblo. Unos decían que era medio bruja, pero nosotros que éramos muy jóvenes, no dudamos.
La cogimos entre todos y uno detrás de otro, malamente abusamos de ella y la abandonamos entre unos matorrales, mientras  a voz en cuello y diciendo nuestros nombres iba programando nuestro final, cada uno de una manera diferente.

A mi me miró a los ojos y me predijo que moriría pudriéndome en vida, a otro, quemado, otro más, de una coz y así sucesivamente.
Nos fuimos al membrillar riendo y dándonos empujones, pero esa noche en la soledad de mi dormitorio, tuve miedo y no pude conciliar el sueño.
Desde ese día hasta hoy, han ido desapareciendo mis amigos, uno, en un fuego en su casa y estuvimos oyéndole gritar durante mucho tiempo.
Otro, apareció en la cochiquera, con la tripa abierta de lado a lado, las vísceras todas fueras, bueno, lo que quedaba de él, pues los cerdos habían dado cuenta de buena parte de su cuerpo y su cabeza, sin la mandíbula, arrancada por un puerco, parecía observar sus restos con cara de asco.

Otro, que desapareció del pueblo, fue encontrado al cabo de los días, en un paridero de ovejas, vivo, pero por poco tiempo, ya que había sido desollado y mutilado. La piel y los genitales estaban delante de su vista y lleno de hormigas. No se quejaba, estaba semiinconsciente y al faltarle la piel y músculos de la cara tenía una sonrisa como de payaso, roja.
El último de mis compañeros de juventud, apareció en su cuadra, muerto aparentemente por una coz de su mula. Nadie dijo nada, pero el agujero que tenía a nivel del esternón, era difícil que lo hubiera hecho el animal. Se enterró y un silencio sepulcral cayó sobre la aldea.
Los vecinos empezaron a mirarme de una forma esquiva, a cuchichear y a rehuirme. Cuando me encontraba con la bruja, se acercaba a mi y me empujaba, se reía y se tocaba sus partes. Luego, me pasaba la mano por la cara y salía corriendo.

Durante dos años, no pasó mucho más, pero mi terror ya era patológico, cuando entraba en casa miraba debajo del camastro y en el resto de la casa.
Salía de casa por las noches para evitar el contacto de las gentes y me alimentaba de la huerta que tenía y los conejos y gallinas del corral”.

Ha pasado un mes y yo ya no puedo seguir escribiendo, soy una masa gelatinosa de la que sale los brazos, hombros y cabeza. La luz espectral que invade la casa, ahora se ha unido a la que viene de la calle, a la mía propia y yo me siento derretir.
La algarabía de la Santa Compaña, aumenta y desde la casa fluye el nuevo fuego fatuo que se une a ellos y se dirigen hacia el camposanto.

En lo alto de la calleja, está la bruja con las piernas abiertas, brazos en jarras, orinando en el regato y riendo a la vez.

I CONCURSO DE MICRORRELATOS BODEGAS FLORENTINO MARTINEZ - 2012 - CLOS

                                                                          CLOS.




 Gonzalo de Berceo desde el Distercio,   
  ve amanecer y como los rayos del sol
 inciden en los clos y destellan
 en los granos de uvas maduros.
 Es veintiuno de septiembre
 y los monjes benedictinos de blanco laboran.
 Una hémina de vino les espera.

I CONCURSO DE MICRORRELATOS BODEGAS FLORENTINO MARTINEZ - 2012 - DISTERCIO

                                                           DISTERCIO.



SAN MILLÁN, VALLE, DOMINGO, DEMANDA, SUSO
CLOS, HEMINA, AMPELOLOGÍA, RESINA, MIEL
GLOSAS, SCRIPTORIUM, EMILIANENSES, ROMAN PALADINO
ROBLE, REBOLLO, MAROJO, MELOJO, ALBAR, DECERTIO
VALVANERA, CAÑAS, MONASTERIO, CORDOVÍN, YUSO
TEMPRANILLO, GARNACHA, VIURA, GRACIANO, MONASTEL
BARRIL, VIDES, BODEGA, MARTÍNEZ FLORENTINO
VIDUEÑO, CANTORALES, CUM JÚBILO, DISTERCIO.


miércoles, 22 de febrero de 2012

I CONCURSO DE RELATOS HIPERBREVES " LA SIGUIENTE LA PAGO YO " - NOCHE DE BODAS

                                              NOCHE DE BODAS.

El buen hombre nunca llegó a cruzar el umbral.
 El golpe que propinó a la mujer que llevaba en brazos contra las jambas, en la cabeza y en los tobillos, fue de tal intensidad que retrocedieron dos o tres pasos y se dieron contra la pared del otro lado del pasillo, cayendo en una maraña de brazos, piernas, el traje de novia hecho un revoltijo y clavándose el novio en sus partes la empuñadura de la espada ropera, toledana y damasquinada con la que habían partido la tarta.
La diadema regalo de la suegra, al dar en el dintel de la puerta salió despedida y rodando por la escalera llegó al hall del Hotel donde iban a consumar el matrimonio que había concelebrado el cura de la parroquia del pueblo.
Se quedaron sentados, uno enfrente de la otra, uno con la mano en la entrepierna y la otra con la mano en la cabeza.

Tantos años esperando para casarse y manteniéndose puros y castos y ahora, no creía, que con el  dolor que sentía en los genitales y con su esposa, con una brecha en el parietal derecho del que manaba abundante sangre, fuera posible consumar.

I CONCURSO DE RELATOS HIPERBREVES " LA SIGUIENTE LA PAGO YO " - ANOREXIA

                                                    ANOREXIA.

Me he pesado esta mañana y estoy en 160 kilos, que las Tres Gracias me protejan, sobre todo Voluptas ( Edoné en griego ) que es mi diosa preferida del placer y de la lujuria. Creo que tengo los síntomas de la anorexia, pues al mirarme en el espejo me he visto gordo que te cagas, he vuelto a pesarme y 161, he bajado del peso y he ido de espaldas y he subido lentamente y 163.
Me he apoyado en el lavabo y 155.
Me siento débil, tengo una baja autoestima y una depresión y tristeza recurrente.
Me miro en los escaparates al pasar y me veo distorsionado y la gente se vuelve.
Sensación de vacío. Tengo disminución del deseo y de la actividad sexual, pero esto me pasa por la otra Gracia, Cástitas, bueno, también por falta de pareja y de que no me la veo nada más que en el espejo del baño.

Vomito de vez en cuando y he abandonado un poco la higiene, porque odio a la última y exigente  Gracia, Pulcritude, además porque no llego bien a las partes pudendas.
No sé que va a ser de mí, voy a llamar al teléfono de la esperanza y si tengo suerte me recuperaré. – “ ¿ Síííí? -   ¿Moto Pizza? .-

miércoles, 15 de febrero de 2012

CONCURSO DE RELATO BREVE CIUDAD DE ARNEDO 2012 - ARNEDO - ¿ÁRABE? ¿CRISTIANO?

                                 ARNEDO ¿ÁRABE? ¿CRISTIANO?.






Corre el año de 923 y Mohamed, nieto de Muza II está sentado en la torre de la Alcazaba mirando  la ladera que baja hacia el río Cidacos. De pronto, Ibn Hasín llega corriendo con un objeto en la mano.
 -“Señor, señor”-.
 Habla, dice Mohamed.

 -“Hemos encontrado entre los escombros de la albarrana destruida este exvoto romano con     forma de alpargata, de un tal Titullus, hijo de Vianus de los Calaédicos.
-          “Calla y fuera de aquí”. ¡Con la que está cayendo!-. -Ahí fuera está el Sancho Garcés I de los cojones, que ¡mira que es pesado el tío!”-.

 Observa por encima de la almena y lo ve a la puerta de su tienda.
 –“Mírale, con su mujer Toda Aznarez y sus hijas,  Lupa, Sancha, Oneca, Urraca, Belasquita  y Muña,  de excursión y también el Ordoño II, rey de León, COÑO. ¡No puedo con él y su parafernalia!”-.

-          “ Se dice bien y pronto, YA NO AGUANTO MÁS, POR ALLÃH o (الله),  ALÁ Y SU PROFETA  ABU I-QASIM MUHAMMAD IBN ‘ABD ALLÃH AL-HASHIMI AL-QURASHI o MUHAMMAD o MAHOMA”.
-          “Desde el 908 lleva dando la tabarra cuando nos conquistó por primera vez, luego le echamos, en 913 el rey García I de León que se fue a morir a Zamora, que le den. En el 918 otra vez y ahora con toda la familia y los nietos y amigos, que se podían ir a bañar al río Cidacos, y cuando digo Toda me refiero a su mujer que no es tonta ni ná”-.

Y cogiendo el exvoto con sus fuertes  brazos lo arrojó por encima de la almena, pero lo único que consiguió fue una luxación de hombro y que le cayera en la cabeza a un mendigo que estaba sentado a la puerta de la alcazaba y lo matara.
      -“Que venga inmediatamente mi físico Al-Rhazí, el que ha llegado desde la primera escuela médica del Islam creada por Hunayn Ibn Isaac, que me duele mucho”-.

Mientras gritaba como un loco, el médico por un lado y dos soldados por el otro consiguieron reducir la luxación tirando con fuerza y los cristianos desde abajo se reían y hacían gestos obscenos.
Para fijarle el brazo al cuerpo usó un invento del médico persa Rhazés que consistía en la adicción de agua a un polvo de sulfato de calcio deshidratado que endurecía al poco tiempo, consiguiendo una gran consistencia.

Los soldados le tomaron a la sillita la reina y le llevaron a sus aposentos para que descansara, pues el físico le dio una buena poción del medicamento llamado triaca o teriaca, cuatro gramos disueltos en vino, panacea que lleva opio, eléboro, jengibre, iris de Florencia, valeriana, acorus aromático, ruibarbo, potentilla, raíz de aristolochia, raíz de asarum, raíz de genciana, madera de aloe, canela de Ceylan, escila, díctamo de Creta, rosa roja, azafrán, champiñón de Paris, zumo de regaliz, extracto de acacia catechu, goma arábiga, mirra, olíbano, benjuí, carne de víbora, terra sigillata, betún de Judea y otros más.

Fue tomarlo y caer en un coma profundo con relajación de todos los esfínteres del cuerpo y de sus aposentos se extendió un olor nauseabundo que hasta los cristianos se tuvieron que tapar las narices.
Mientras, en el poblado, en el taller de zapatos, Idrisí  e Ibn Hasín charlan a la puerta sentados en un banco de piedra adosado al muro de adobe encalado.
-“Alá es grande, Mahoma es su profeta y Jabir al-Hayyan, el alquimista, descubrió la destilación” en el 800”-. Dice Idrisí mientras se echa al coleto una porción generosa de ese vinillo que cosecha su suegro.

 Están bastante ebrios pues han tenido un día de mucho trabajo, porque tenían que hacer entrega de un encargo a los baños árabes de cuarenta chapines que son una especie de zapatos altos con suela de corcho que usan los bañistas en las diferentes salas y al terminarlos han cogido una cántara de vino que tenían en el pozo refrescándose.
 Ibn Hasín comenta: “estoy harto, ya no sé si soy moro o cristiano. Estos gobernantes se deberían poner de acuerdo y repartirse los territorios y no estar cada dos por tres en manos de uno u otro. Llevamos 15 años de cambios, no creo que vuelva a pasar esto en España  en los siglos venideros”.
 Esto lo dice con una jarra de vino en una mano y en la otra un fardelejo que le prepara su mujer.

Dice Idrisí –“ Vamos compañero, ya que tenemos el encargo, iremos a los baños y tomaremos a algunas de las Kehbehs nuevas que han venido de Al-Andalus y dejaremos que nos den un buen masaje y nos llenen de ungüentos y afeites. Me han contado que hay unas Serai que son expertas en los cosméticos, en la gimnasia y que son verdaderas acróbatas en las once posturas sexuales conocidas del Islam”-.

-“ No entiendo porque hay que hacer un contrato simplificado de matrimonio y además que el costo del servicio sea como la dote para asegurar la fidelidad de la serai. Se entera mi mujer y me mata”- Dice Ib Hasín –“ Venga, a por esas abluciones y lo que caiga”-.
Cogen el saco de los chapines y lo que queda de la cántara y se dirigen a los baños que están en la parte baja del pueblo.
Cantan a gritos “ragab”, siguen bebiendo, cuando de repente empiezan a oír los golpes de las piedras de las catapultas sobre los paños de la muralla.
 Se caen de culo con el estrépito, se rompe la cántara y el vino se derrama por la tierra, Idrisí cree que es sangre de su sangre y se desmaya.
 Se levantan y abrazados y tarareando la canción de moda “habibi ya nour” se dirigen a casa de Idrisí, donde su mujer en babuchas, con el rodillo de amasar en una mano y en la otra una arrahia (zapato de mujer) los pone pies en polvorosa. Mientras caminan piensan que en Arnedo ni el vino, ni los zapatos faltarán nunca.

Sentados en el suelo y a medio camino entre los contrincantes, con la cántara rota y los chapines en el saco, deciden esperar a que uno de ellos consiga el triunfo y decidan lo que van a ser o moros o cristianos.

                                              

CONCURSO DE RELATO BREVE CIUDAD DE ARNEDO 2012 - ARENETUM

                                 ARENETUM.


En Arenetum, en el siglo II de nuestra era, vivía Titullus, un esclavo peregrinus que no tenía la ciudadanía romana todavía. Era amigo de juegos  de Gaius Antonius desde que eran niños. Además los dos trabajaban el calzado para el poblado. Como su amigo ya era ciudadano romano, tenía el título de propiedad de una pequeña tienda situada extramuros del foro.

Estaba cerca del río Cidacos y de él extraían el agua necesaria para cocer y ablandar los cueros y además para preparar los tintes para los cordones.
El poblado se situaba al pie del cerro donde se levantaba una fortificación de las legiones romanas que protegía el importante nudo de comunicaciones.
Era un buen lugar, estaba situado  en el cruce de la calzada que unía Calagurris con Numancia y la de Contrebia Leukade con Varea. Con cierta frecuencia, pasaban las legiones romanas, que gracias al empedrado, al barro y a la velocidad que llevaban, daban un trabajo enorme para la reparación de los campagus de los legionarios.

La Legión, era un imponente cuerpo del ejército romano de unos 6000 hombres de armas, 300 équites y un gran número de discípulos, sirvientes y esclavos. Además cada centuria estaba equipada con una carroballista, una gran ballesta montada sobre un carro y cada cohorte con una catapulta, lo que incrementaba la potencia de fuego en el asedio.
Pero lo que les daba trabajo a ellos era la forma de marchar que tenían, primero era que cada infante llevaba armas, parte de las tiendas para pernoctar y alimentos, por lo menos unos   veinticinco kilos, segundo la rapidez, pues hacían 30 Km en cinco horas y por supuesto el terreno, porque a pesar de ser Calzadas romanas, el mantenimiento y los hispanos que se llevaban las piedras para sus viviendas, hacían que el firme no lo fuera tanto.
Tenían un expositor de madera adosado al muro interior donde colocaban sus trabajos,  para las legiones unos botines flexibles, cómodos y resistentes con los dedos al descubierto ( los campagi campagus ), a los que a veces se adicionaban trozos de hierro para mayor protección. También Caligas o sandalias de soldados, las Baxae sandalias de fibras vegetales, las Crépida sandalias acordonadas que cubría gran parte del pie y utilizaba en gran medida la clase trabajadora. Las Carbatinas zapatos de un único pedazo de cuero. Los Sclponeae de madera tipo zueco usados por pobres y esclavos.

Trabajaban de sol a sol y aunque eran hombres libres tenían muchos gastos y debían pagar impuestos. Debían cuidar de mujer e hijos, pero a Titullus y Gaius les encantaba ir a cenar a la Caupona que era una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas en donde no había ni bancos ni mesas sino una barra al exterior y por un “as” se ponían tibios. El lugar se llamaba “el conejo feliz” y en la barra estaban las Copae que por poquito más te hacían un apaño.

Había una gran variedad de prostitución las Lupae que ejercían en los lupanares, las Noctilucae que eran nocturnas, las Fornicatrices que se lo hacen bajo los arcos de puentes y edificios, las Forariae en los caminos rurales, Las Bustuariae en los cementerios y las Prostibulae en la calle sin ningún control. Las demás estaban inscritas ante la oficina del edil con el nombre, edad, lugar de nacimiento y nombre de guerra y tenían la licencia stupri.
Ir de Copae, lo hacían muy de vez en cuando, pues era un sacaperreo y las mujeres estaban hasta el cunnus de ellos.

Lo normal es que por las tardes, cuando el sol se ponía, se sentaban en el scamun adosado al muro del taller que era un banco de piedra bastante cómodo. Colocaban chacinas, quesos y encurtidos entre ambos y comían a dos carrillos.  Sacaban una cántara de vino de la zona y en unos cubiletes de madera se servían unas porciones generosas de este preciado líquido que levantaba pasiones allá en Roma.
Procedía de una variedad de uva llamada balisca que procedía de la localidad bética de Oinoússa y que posteriormente pasó a Burdeos antes de que en esa región comercializara su propio vino.
Fueron los romanos los que agregaron azúcar para aumentar el grado de alcohol, refinaron el proceso de fermentación, usaron ollas de cobre en los mostos y usaban yeso para controlar la acidez.
Fue Plinio, uno de los historiadores romanos que más referencias hace del vino en sus escritos, quien escribió sobre esta variedad.
 Comentaban el dicho romano en boga de “Sin Baco ni Ceres, Venus tiene frío” y se reían.
 --“Gaius, cuando nuestros huesos se conviertan en polvo, ¿ quedará alguien aquí que siga nuestra obra o morirá con nosotros?”.-
-Nuestros hijos están ampliando estudios en Roma, no vendrán hasta dentro de un año y no creo que les guste nuestra profesión.-
-Tenemos que ir más de Copaes, Titullus.-
Ya por la noche, abrazados y cantando “o sole mío”, se levantaron y se fueron hacia sus casas, llegaron primero a la de Titullus pero no consiguieron llegar a traspasar la puerta pues la mujer empezó a lanzarles todos los zapatos que tenía en el zaguán, sycyonium, calceus, muleus, phaecasium, calceti, soleas, caligas, crépidas, baxeas, sandalium, carbatinas, chinelas, sclponeae, campagus y coturnos.



Gaius sangraba por la cabeza, pues el coturno que le dio era de  madera. Entonces  se dirigieron al acuartelamiento de la legión que estaba en el cerro, pues sabían que allí había físicos que le podían curar.
Mientras subían la cuesta y tarareaban “arrivederci Roma”, divisaron la entrada del campamento.  Ponía en un cartel “Legio VI ” y deseaban, que más allá del siglo XXI, en esta zona, siguieran con la tradición del calzado y de las vides.
Cuando Gaius vió al medicucho con aguja e hilo que se acercaba, se soltó de Titullus y se lanzó cuesta abajo hacia su casa, pensando en Escila su mujer y que también sabía coser.
Mañana sería otro día y otro coser y cantar.

martes, 14 de febrero de 2012

CONCURSO DE RELATOS CORTOS PATERNINA 2012 - PREMONICIÓN -

                                                       PREMONICIÓN.


En 1956, en Logroño, el día 21 de septiembre, inicio de la feria de San Mateo, lloviznaba como casi todos los años y un grupo de gente se apresuraba a entrar en la plaza de toros la Manzanera, casi corriendo pues además estaba a punto de empezar la corrida.
Ya dentro, se separaron, Ernest, su mujer Mary y Rupert Belleville piloto de la RAF y se dirigieron a una barrera que tenían reservada por Juanito Quintana y Ordóñez.

Habían venido de incógnito pero enseguida fue reconocido por el público de alrededor y se le ovacionó. Saludó con alegría y cogiendo las botas de vino que les tiraban trasegó con soltura de varias de ellas.

Esa tarde torearon Litri, Ordóñez y Cesar Girón y el que triunfó no fue su amigo.
En el Gran Hotel, esa noche se reunió con su grupo de amigos, comieron,  bebieron vino de rioja y ya en la madrugada, algunas copas de ron Saint James.


Al día siguiente visita a bodegas, aguacero infernal, retraso del empiece de la corrida y vuelta a la fiesta continua de Don Ernest.
Otro día estuvo en las Bodegas Paternina, en las localidades riojanas de Ollauri y de Haro. Disfrutó de sus mayores pasiones: los toros, los amigos, el vino, las mujeres, la fiesta, el peligro de morir en la plaza.....

Todas las pasiones se daban cita en su cerebro y se mezclaban en una vorágine que de vez en cuando salía al exterior en forma de un exceso carnal, visceral y grandioso, como era su personalidad.
Pero lo que voy a contar aquí, lo sé yo y nadie más. Una noche de lluvia, fría y oscura cuando me recogía hacia mi casa después de cerrar el Café Moderno y al pasar por la calle del Laurel me crucé con un gran corpachón, con la cabeza gacha y dando ligeros tumbos y me sonreí al pensar en el nombre que le daban a esta rua, la senda de los elefantes y tal me pareció, pero más que por su andar, por su corpulencia y porque llenaba el ancho de la calle.

Chocamos y reconocí en el acto a Hemingway, el premio Nóbel, pues varias veces le había servido yo su ron preferido, el Saint James en el Café, sitio donde acudía con cierta frecuencia.
Se disculpó, creo y yo le di a entender como buenamente pude que le acompañaba y que le llevaría al café para averiguar con tranquilidad dónde se hospedaba, cosa que desconocía.

Se apoyó en la pared mientras volvía yo a abrir el local y encender las luces y luego pasamos cerrando detrás de nosotros.
Le ofrecí un café pero me dijo que no, con esa sonrisa tan franca que tenía y me pidió un ron de los suyos.
No me pude negar y nos sentamos en una mesa, no quería decirme donde se alojaba y empezó a hablar muy deprisa y  muy exaltado.
Sacó pluma y un cuaderno que llevaba, se puso de pié y empezó a escribir, moviéndose de un lado para otro, iba y venía, hablaba alto, se reía, me miraba.
Yo asistía estupefacto a lo que estaba viendo y no sabía que hacer, pero me daba cuenta que había sido tocado con la varita del hada de la suerte y no quería tampoco deshacer el embrujo del momento.

Me pidió un buen vino y le puse una botella de  Federico Paternina Mauri GR de 1930, que yo sabía que era espectacular, se la abrí y le serví una gran copa, que paladeó con gran placer y retuvo unos instantes en su boca hasta que tragó y entonces su sonrisa iluminó otra vez el local.
Ahora caminaba más deprisa con la copa en la mano izquierda y la pluma en la derecha, se acercaba al cuaderno escribía y se incorporaba otra vez a ese paseo casi enloquecido.
Una de las veces al acercarse al cuaderno golpeó con la copa la columna y se rompió en un gran tintineo y al intentar ayudarse con la otra mano se cortó, brotando la sangre y cayendo todo sobre el cuaderno tinta, sangre y vino que quedó sobre las palabras que todavía conservo.

Le vendé con unas servilletas limpias, avisé a la policía y cuando llegaron, estaba con otra copa de ese vino, se despidió de mí con un fuerte abrazo de oso y desapareció por la puerta,
Me senté  y mirando la mesa con su cuaderno abierto, con las manchas de tinta, sangre y vino me estremecí, estuve en silencio mucho tiempo pues sentí un pálpito de horror y tragedia.
Hoy estamos en 1961 y he leído en la prensa que don Ernest Hemingway ha fallecido en su casa y me ha venido de golpe el recuerdo de aquella noche de 1956 y la imagen de su cuaderno con las tres manchas sobre las letras emborronadas y que definieron toda  su vida “ Tinta, Sangre y Vino “.