sábado, 28 de abril de 2012

CONCURSO RELATO ERÓTICO 2012 - RETALES LITERARIOS - CUMPLEAÑOS

                                                     CUMPLEAÑOS

Querido amigo, ayer fue mi cumpleaños y hoy estoy en un hospital escribiendo con la única mano sana y libre que tengo, pues el resto o está escayolado o con vendajes. Pensaba haber pasado un día muy especial y con mucho sexo y lo único que noto en mi miembro es la sonda urinaria, uretral o de Foley.

Me molesta mucho y esta mañana cuando ha venido la auxiliar, que qué mala suerte tenía bigote y muchos más años que yo, se lo he dicho y ella me la ha cogido sin miramientos y me la ha lavado con jabón que escocía y me decía que era para quitar el barrillo que se queda en el reborde de la sonda. La muy puta, he estado por decirla que se quitara el barrillo que tenía ella en los belfos con piedra pómez.
Sabes que hace unos meses dejé de salir con mi novia y desde entonces no había vuelto a acostarme con ninguna chica, así que las ganas eran que ni te cuento.
 Entonces pensé en hacerme un regalo en mi día y contacté con un teléfono del País, en donde se ofrecía una chica joven, liberal con pechos turgentes, universitaria y con varios idiomas, me parece que francés, griego y no sé si búlgaro.
Me mandó foto por correo electrónico después de darle mi número de tarjeta del banco y realmente era espectacular, yo creo que era Heidi Klum, sobre todo, porque lo que me iba a costar.
Contraté un servicio completo en mi domicilio con comida y luego toda la tarde, así que me arreglé y salí a la tienda del gourmet de la esquina y no me corté para nada, un buen cava reserva, vino blanco, bueno dos, caviar, almejas vivas, cigalas y langostinos de Denia.

Para después, ya tenía en casa para las copas.
Luego me fui a una tienda que conocía, Canela en polvo y compré aceites, geles excitantes, velas olorosas afrodisíacas y unos aparatitos eléctricos, vibrador y un huevo con mando y un anillo constrictor para mí.
Cambié las sábanas y puse unas de raso.
 Coloqué por todas partes las velas y también seleccioné la música, la más calentona que tenía tipo chill-out y varias versiones del je t’aime moi non plus.
Con tanta preparación me excité y tuve que aliviarme, pues no era de recibo que con lo que me iba a costar el evento actuara como un joven en su primera vez y tuviera una eyaculación precoz.

Me abrí una botella de un albariño que tenía fresquito, mientras empezaba a preparar en la cocina el menú e iba picando de aquí y de allá y no sé si sería por las tres o cuatro copas que llevaba o por el afrodisíaco del marisco, que me tuve que aliviar otra vez.
Puse una mesa preciosa con velas, la hora se acercaba y yo estaba de lo más nervioso.
Sonó el timbre y pegué un respingo del susto, cogí el telefonillo y venga a gritar, quién es, diga, diga y ya de repente, oigo golpes en la puerta. Estaba detrás de la puerta, tonto de mí, me quité el delantal y abrí.
No era Heidi, pero se parecía, impresionante, me quedé parado en medio de la puerta y al rato me empujó suavemente, me besó en la mejilla y me dijo que si quería hacerlo en el descansillo. Nos reímos y cerramos la puerta.

Era además de muy guapa, muy simpática y disfrutamos de la comida. El alcohol empezó a surtir efectos y a los postres y con las copas ya nos habíamos contado nuestras vidas varias veces.
Llevaba una ropa muy sexy y ajustada y me puso como un burro y con la excusa de ir al baño me alivié por tercera vez, como las negaciones de San Pedro.
Pasamos al salón y con las copitas y la música lenta, bailamos agarrados un buen rato y le comenté que antes de pasar a la cama tenía medio preparado un baño en mi bañera redonda. La encantó pero me dijo que en su casa tenían la costumbre de esperar dos horas entre la comida y el baño.

Cuando se acercaba la hora fui al baño y comencé a llenarla, pues tarda un montón por lo grande que es. Eché los geles y coloqué los adminículos en la repisa de la bañera, y encendí las velas.
Volví al salón por ella y se había quedado dormida en el sofá, me costó despertarla y los dos sujetándonos mutuamente nos dirigimos al dormitorio. Yo que me había imaginado un streptease maravilloso, pues no, cada uno se quitó la ropa como pudo, dejándola tirada por el suelo.
Reíamos y aplaudíamos mientras no metíamos en la bañera, sin mirarnos siquiera y empezamos a salpicarnos como niños. A pesar de todo me excité y quise tomarla, pero sería por el exceso de gel que se me escurría o por la cogorza que teníamos que comenzamos a girar en un baile frenético como en una feria.
La sonrisa se nos borró de la cara y en uno de los giros los aparatos eléctricos se cayeron dentro, a mí me dio un calambre del quince y al querer rescatarla se me escapó de los brazos y salió volando hacia las cortinas volcando las velas e incendiándose.

Salí como pude pero como estaba todo enjabonado me deslicé sin freno a por la tele de plasma que cayó con estrépito, rompiéndose en mil pedazos.
Nunca había llenado la bañera tanto y sería por eso o porque la ley de Murphy se cumple inexorablemente, que el suelo se abrió y caímos al dormitorio de los vecinos que estaban durmiendo la siesta, ella encima del armario.
Recuerdo estar tumbado en el suelo, desnudo con el pito tieso y los vecinos mirando con la boca abierta.
Y aquí estoy, en el hospital con un año más, y arruinado, pues el seguro dice que no está cubierto y mi Heidi me ha demandado por daños físicos y morales.

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