miércoles, 18 de abril de 2012

III CONCURSO DE RELATO CORTO " LA MALETA DEL TÍO PACO " - 2012 - ESPAÑA - DEVUELTA

                                                                         DEVUELTA

Llovía y al entrar en el portal mientras cerraba el paraguas vi en el buzón un sobre que asomaba junto a unas cartas del banco. Me precipité hacia ella y al sacarla sin abrir el cajetín se rasgó, pero comprobé enseguida que era la que yo había mandado hacía ya un mes más o menos o quizás dos y en la dirección, impreso con un sello negro, las palabras que más daño provocarían en mi corazón.

Devuelta por ausencia, ignorado paradero actual.
Subí hasta mi casa, dejé la compra en la cocina y como estaba, empapado, me senté en el orejero y terminé de sacar las tres hojas del sobre. Antes de desplegar los folios ya estaba llorando, porque no había llegado a tiempo, porque yo la mandé tarde, porque ella se fue pronto y yo no me arrepentí antes de lo que ella tardó en abrir la puerta y salir corriendo.
Tanto lo quería que cuando me contó que se lo tenía que llevar, en ese momento deseé morir y que ella muriera conmigo. Tenía que hacerla daño como fuera y con las palabras que es lo que mejor hago se lo dije. Le insulté, le humillé, le dije que ya no lo quería y que me venía muy bien que se lo llevara, pues así aprovechaba para ahorrarme un viaje y que fuera ella la responsable de cuidarlo.

Se volvió en el descansillo y antes de empezar a bajar por las escaleras me dijo a gritos que tenía quince días para arrepentirme y que le mandara una carta y que si le pedía perdón por todo lo que yo le había dicho, que se lo pensaría y que sería posible tener una custodia compartida, teniéndolo los fines de semana alternos y un mes en vacaciones cada uno.

Me quedé tan cabreado, que cogí la botella de wisky y bebí durante horas casi hasta llegar a la inconsciencia y me dije que ella no se valdría de él para chantajearme, que por mucho que lo añorara, no se lo demostraría y que se arrepentiría en pocos días de habérselo llevado y que me lo devolvería en perfecto estado.
Malo fue cuando nos separamos, pero peor ha sido el odio y todo lo que llevábamos en nuestro interior que afloró en el mismo momento de decidirlo.
De los diez años de casados, solo los cinco primeros fueron de dicha y felicidad completa, fue llegar él y empezar a tener nuestras primeras diferencias.
Al principio, inocentes, déjamelo a mí que yo lo cuido mejor, que no tonta  lo hago yo. Luego hirientes, cortantes, la familia se dio cuenta e intentó mediar entre nosotros, pero ya habíamos cruzado la frontera del respeto.

A partir de ahí empezaron los empujones y arrebatos por tenerlo y la situación se hizo tan insostenible que por el bien de él y de nosotros y de mutuo acuerdo, decidimos separarnos y con régimen de custodia compartida.
Y así ha sido durante cinco años, hasta que hace un mes, sucedió que un día vino hecha una furia y me lo arrebató y yo o no supe que decir o no quise que sufriera un maltrato, y la dejé marchar con él.

Pero fue cerrar, dando un portazo, cuando en ese momento se me vino el mundo encima y ya empecé a recordarlo. Me di cuenta que lo necesitaba yo, más que ella y que él mismo y las lágrimas afloraron y me dejé caer, resbalándome por la pared.
Permanecí así durante la noche entera y por la mañana ya estaba redactando la carta para pedirla perdón, pero cuando estaba llegando al final me arrepentía y la arrugaba con mis manos y la tiraba contra la pared. Tenía el parquet lleno de pelotas de papel y yo estaba hasta las pelotas de ser tan frágil y tan calzonazos y me revolvía y me levantaba y cogía otra vez la botella.

Estuve un mes con lo mismo, escribo y la rompo, no acudí al trabajo, no quise abrir a nadie de mi familia. Perdí el puesto de trabajo, mis hermanas ya no querían hablarme y entonces una de las veces que estaba tan borracho que no me tenía en pie, al ir al baño me resbalé y me golpeé en la cabeza con el lavabo.
No sé si perdí el sentido, yo creo que lo recuperé, pues entonces escribí la carta de un tirón, me vestí y bajé a la calle a buscar un buzón con la mayor ilusión del mundo y cuando la introduje por la ranura tuve la sensación de que todo se iba a arreglar.

Desde ese día y aunque fuera improbable que me contestara tan rápido bajaba las escaleras de cuatro en cuatro con la esperanza de ver en el buzón la tan ansiada carta y así ha sido durante todo este mes, hasta hoy.
Ahora que me he quedado frío, tanto mi cuerpo como mi corazón, sé que ya nunca más volverá a estar conmigo. Tantas y tantas veces que he jugado con él y el pictionary que me regaló mi madre en un cumpleaños lo he perdido para siempre.


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