sábado, 5 de mayo de 2012

CONCURSO RELATO ERÓTICO 2012 - RETALES LITERARIOS - PRIAPISMO

                                                                                   PRIAPISMO



Señor Juez, escribo esta carta para exonerar a cualquiera de mi muerte, pues estoy en plenas facultades tanto físicas como mentales y soy el único responsable, bueno el único no, la culpa la tiene también la erección permanente que tengo desde hace quince días y que no me deja descansar.
Estoy casado desde hace 50 años con la misma mujer y nunca he mirado a otra.

Todo empezó hace dos semanas en unos grandes almacenes, me estaba atendiendo una señorita de buen ver, cuando de repente tuve una lipotimia, caí al suelo y perdí el conocimiento.
 Noté una boca en la mía y abrí los ojos, era ella que me hacía la respiración artificial y noté una erección descomunal que yo ya no recordaba. Se levantó rauda y asustada y me di cuenta que lo que me había pasado era que se me había bajado toda la sangre al pene y se me quedó el cerebro sin oxígeno, es decir una Cipotimia.

Me llevaron al botiquín, yo disimulando y tapándome con el abrigo y el médico me dijo que estaba sufriendo un ataque de priapismo y que debía consultar con el especialista lo antes posible.
Yo en el fondo estaba orgulloso de mi erección, ya que últimamente no me pasa y decidí hacer el amor con mi mujer, en el autobús la gente me miraba con terror y se apartaban, pero a mi no me importaba.

Entré en casa, silbé y me dirigí hacia la cocina, estaba ella con su delantal cocinando una besamel, moviendo el culo, así que me coloqué detrás y me pegué a ella, dio un grito, derramó la sartén y al volverse se llevó la mano a la cara.
La conté lo que me había pasado y que teníamos que aprovecharlo, así que nos fuimos al dormitorio y encima de la colcha de ganchillo empezamos dale que te pego.
A la hora yo tenía calambres en las piernas, una irritación en el pito de tanto frotar y mi mujer también estaba irritada pero conmigo y me decía que la dejara en paz de una vez, que no tenía el coño para ruidos.
Eso no se bajaba ni a la de tres y me empezó a doler, al principio suave, pero al rato insoportable.

En el baño y ante el espejo me miraba y remiraba, me ponía de perfil y a punto estuve de hacerme una foto.
Por la noche no pude ponerme el pijama y la sábana me molestaba al rozarme y no me podía dormir a pesar de los tres orfidales que me había tomado. Casi amaneciendo fue cuando me quedé traspuesto un rato.
Por la mañana seguía igual y me molestaba todo tipo de ropa. Mi señora no quería mirarme y me rehuía.
Me embutí en la ropa más holgada que tenía y me fui a mi urólogo del seguro. Por el camino iba levantando pasiones y rechazos en igual cantidad.
Al entrar en la consulta me recibió una doctora con tres féminas aprendices y dos enfermeras, yo dije tierra trágame y sin más dejé que se deslizara el pantalón al suelo, quedándome con el pito inhiesto de frente a ellas.
Me hubiera encantado tener una cámara de fotos en ese momento para haber plasmado las seis caras  a la vez, de estupefacción y de asombro.
Se acercaron ávidas y empezaron a toquetearme, algunas al unísono. Una de ellas tomó una jeringa grande con una aguja que parecía un trocar y comentó que había que pinchar para extravasar la sangre acumulada.
Las empujé de malos modos, me subí el pantalón rápidamente y salí al pasillo y según iba corriendo los gritos aumentaban, pues con la premura la llevaba fuera.
Conseguí meterla dentro no sin dificultad, pero aunque algunos hombres me seguían a distancia, pude escapar.
Mi mujer ya no me quiere, dice que soy un sátiro y que por favor la deje en paz. Me duele mucho lo que me dice y también el pito, pero ni con hielo se me baja.

No salgo de casa para nada, la asistenta se nos ha despedido y mis hijos y nietos han dejado de visitarnos.
Lo peor ha sucedido esta mañana cuando mi mujer se ha ido a casa de su hija con una maleta y me ha dejado una nota diciendo que hasta que eso no vuelva a su ser, ella tampoco volverá.
He decidido ahorcarme pero si ya estoy como estoy, no sé que puede pasarme, pues dicen que a los que mueren así, lo hacen con una erección brutal.
Pido perdón a mi familia y a usted señor Juez y quiero que me entierren con un poco de holgura en mis partes que ya estoy harto de sufrir.

2 comentarios:

  1. Epífisis, ¡eres la bomba!
    ¡Qué documentación gráfica!
    Es bueno, y de agradecer que alguien te dibuje una sonrisa, hoy en día. Tú lo consigues.
    Un saludo.

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  2. Y yo que creía que cuando me pedías algo en el Bar llamabas mi atención con el dedo.¿No te habrá pasado esto por la calidad de mi vermú?. Te prometo que si te recuperas no vuelvo a echarle Viagra.

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