MI PUEBLO
Y restos de lágrimas en las
mejillas, habían dejado dos surcos en la suciedad de la cara, mientras el
profesor con la vara de avellano,
golpeaba la palma de la mano del niño que intentaba no retirarla.
Los demás se reían y gritaban y sus voces resonaban en la escuela y
traspasaban los muros, fuera, una mujeruca cogía agua con la cántara y se
colocaba el rodete en la cabeza.
Al final de la calle, un hombre en un burro se acercaba con
unas vacas, mientras unos perros se peleaban.
El cura, de negro hasta los pies, extiende la mano para que
una niña se la bese.
Noto cierta nostalgia en el relato amigo Epifisis, y eso es bueno, pues las raíces son algo que siempre se ha de tener presente.
ResponderEliminarUn saludo.
Y dices bien Alfonso, somos lo que somos. El día 6 de abril, voy a Cáceres con mi familia, nos vamos a hospedar en el hostal Alameda Palace, un palacete con dos leones que estuvimos a punto de comprar hace como 25 años, cuando íbamos a vivir allí. Luego no salió y mira por donde dormiremos en esa casona. ¿La vida hubiera sido mejor o peor?. Nunca lo sabremos.
ResponderEliminarUn abrazo