viernes, 11 de octubre de 2019

HISTORIASDEANIMALES - ZENDA - FILOMENO


                                                                                       FILOMENO







Hace cincuenta años me juré no volver a tener una mascota.

La culpa, un patito amarillo comprado en una salida del Metro para mi hermanita.

Monísimo, un juguete para ella durante los días que duraba su salud. Como otras veces, se iba deteriorando con el paso del tiempo. Fue repudiado por la pequeña y adoptado por mí.

Como estaba en segundo de Medicina, llevé su caso al Claustro de Catedráticos, bueno, al profesor de Biología. Le conté los síntomas, astenia y anorexia, dificultad en la marcha, cuello torcido y mirada hacia el techo.




Fue diagnosticado de una avitaminosis, un falta de Tiamina. Mi primer éxito clínico, se recuperó en poco tiempo, me convertí en su madre y creció y creció.

Comía de mi plato, le encantaba la tortilla, ahora sería canibalismo y acudía a mi llamada, una especie de sonido gutural.




Según entraba en casa, le llamaba y venía a mi encuentro, plas, plas, por todo el pasillo. Éramos como uña y carne, hacíamos vida en común, salvo hacer el amor, quizás porque entonces no conocía esa parafilia.

La convivencia se hizo insostenible, por su tamaño y sus defecaciones en el parquet, mi madre ordenó su salida.

Mis cuatro hermanas lloraban cuando salimos por la puerta, ya en la calle miramos al balcón y allí estaban ellas, saludando con las manos.

Le dejé en un parque donde había más patos, me di la vuelta y me alejé llorando.






Volvía una vez a la semana y a mi grito acudía raudo, nos contábamos nuestras cosas, hasta que a los tres meses dejó de hacerlo, y yo me quedé afónico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario