miércoles, 15 de junio de 2022

ESTA NOCHE TE CUENTO - JULIO - 2013 - DUCHAS CALIENTES

 



                                 DUCHAS CALIentes
 
 
Preferiría no hacerlo, pero en cuanto pongo la música y el agua tibia empieza a caer sobre mi cabeza, sé que terminaré como siempre. El jabón me va llenando de espuma el cuerpo y la suavidad de mis manos sobre él, hace que mis terminacion es nerviosas despierten.

 

 
Me recuesto en las baldosas y dejo que el agua dibuje surcos, que el chorro en los pezones me los erice y me demoro en ellos pues me conozco muy bien y sé lo que me gusta.

 

 Con las manos arrugadas, mojadas y enjabonadas, me dedico a recorrer los recovecos, los pliegues y el ansia y el deseo se precipita en un jadeo silencioso, mío, secreto, siento que mis dedos se deslizan por el muslo arriba y abajo, rodean la ingle y se quedan un rato y vuelta a empezar.
 

“Je t’aime moi non plus”, está a punto de terminar, la música inicia un crescendo, la voz de Gainsbourg se acalla, silencio de voces, roto por los susurros de la Birkin que entran en mi seso, llegan a mi sexo y acabo con ella.
 
La vela titila, como yo y me siento en el borde. Me enfada mi debilidad, preferiría no hacerlo.

I CERTAMEN DE RELATO ERÓTICO CINCO SENTIDOS - 2013 - CÁCERES - TU BOCA EN MI BOCA - GANADOR = EPÍFISIS

 


                                

          TU BOCA en mi boca
 
 
Era su primera visita a la consulta y su minifalda y sus labios perfilados de un rojo intenso me recordaron a la malograda Margaux Hemingway en Lipstick.


Le indiqué que se los limpiara, se inclinó para sacar una servilleta del bolso y al hacerlo me mostró el inicio de unos pechos en su escote, yo tenía en mi mano una gasa para que se quitara la pintura pero se me fue el santo al cielo.
 

Me dijo su nombre, que no hace al caso y lo que le pasaba, un dolor en un molar superior izquierdo. Con los mandos, incliné el sillón y adecué el cabecero para que estuviera cómoda, el tacto de su pelo me enervó y me demoré más de lo debido en soltarlo.
 

Cogí un espejo y la sonda y me deslicé con el taburete hacia su costado, pegándome lo qué más pude a su cuerpo, notaba su brazo en mi pierna.
 

Abrí su boca y sus labios me quemaron los dedos, me acerqué a su cabeza y olí su perfume que me embriagó  más de lo que ya estaba. El incisivo central tenía una mancha de carmín que limpié con esmero. Le comenté lo que tenía y que su boca era de las más bonitas que yo había visto nunca.
 
 

Como no quería que sufriera, le puse un anestésico en spray y luego al  rato la inyección, ahí se sobresaltó un poco, me agarró la muñeca y al hacerlo puso el codo sobre lo que yo ya tenía abultado. Con suavidad y diciendo palabras susurradas y tranquilizadoras, introduje el líquido anestésico en el pliegue vestibular de la mejilla, ella se relajó pero no retiró su codo, yo no quería que se pasara ese momento.
 

Levanté la mirada a mi enfermera y le pedí la turbina y las fresas y al hacerlo me sonrió como sólo ella sabe, porque conoce mis debilidades.
 
 

La lengua, húmeda y sonrosada se movía acariciándome los dedos, tuve que concentrarme en la preparación de la cavidad de la caries, pues me estaba poniendo tenso y temía cualquier contratiempo.

Obturé  el agujero. Cuando encendí la lámpara halógena, su boca se lleno de una luminosidad azulada. Mis ojos iban a los suyos y nuestras miradas confluían, ella movía su brazo y su codo me acariciaba más apretadamente, yo me entretenía en su boca, lengua y en un roce furtivo en sus pechos al volcarme sobre su cuerpo.
 
 

Nuestras respiraciones se acompasaron y enlentecieron, nos quedarnos suspendidos en el tiempo hasta que otra patada de mi enfermera rompió el hechizo del momento.

Puse los discos de pulir, veía que mi trabajo se terminaba y poco tenía que hacer ya en su boca, fuera de lo que me estaba rondando por la mente.
 

Me dijo que había sido el dentista más placentero de su vida.

Yo, que era la mejor paciente desde que acabé la carrera y quedé en la consulta el sábado por la noche para hacerle una limpieza, ya sin mi enfermera meticona.
 

Primer Premio del IV Concurso de Relatos Hiperbreves ma non troppo "La Siguiente la Pago Yo"

 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Primer Premio del IV Concurso de Relatos Hiperbreves ma non troppo "La Siguiente la Pago Yo"

Atocha 1918


Creo que soy expósito y no sé la edad que tengo, ejercí de soguilla en el embarcadero y en la glorieta, peleándome a diario con los mozos de cuerda y con los municipales, que me corrían a porrazos. Aunque renco, doy gracias por lo que me pasó en la estación de Mediodía.

Dormitaba una tarde en el andén, encima de un carretón, pues estaban en huelga los mozos, cuando un bastón se me clavó en el abdomen, un petimetre me miraba desde lo alto y me obligó a llevar un baúl enorme rematado en los bordes con metal. Al subirlo con la soga y por las prisas se me resbaló y me rompió la rodilla, sacándola de su sitio.

Mientras gritaba de dolor, el lechuguino me golpeaba con el bastón y me hubiera matado de no ser por la intervención de una monja que se interpuso y que con la ayuda de otra me llevaron al Hospital. El de los huesos me recompuso como pudo, me escayolaron y pasé a una nave enorme con un biombo alrededor.

Vino la monja con una palangana y se sentó a mi vera, era joven y guapa, con una toca alada blanca y que me sonreía. Empezó a quitarme la ropa y yo me resistía, me acarició, nadie lo había hecho antes, me dejé. Me pasó la esponja por todo el cuerpo, tuve una erección y ella se puso como un tomate, yo me tapé con la sábana.

Cuando pudo me llevó a un cuartucho del sótano, donde dormía y me enseñó a amar y a ser amado, aprendí a leer y a arreglar los cadáveres y así entré en la profesión. Durante dos años trabajé con un fotógrafo de Embajadores en la realización de fotografías postmorten y acudíamos a domicilios y creábamos situaciones normales como comer, leer con el muerto, si era niño, jugando y los familiares alrededor. Arreglaba los muertos del Hospital para su enterramiento. Con tantos fallecimientos por la gripe, esas fotos han pasado de moda.

El olor entra por la nariz, ojos y boca y te hace llorar, aunque lleves años haciendo lo mismo. Al abrir el arcón de mármol, la vaharada de formol te golpea la cara, te das la vuelta y coges el siguiente cadáver de la carretilla, que has traído del sótano del Hospital de Sabatini.

Están magros de carne, la epidemia de gripe deja a todos por igual y cuesta meterlos en la pila pues está a rebosar y se enganchan los miembros de unos con otros, empujo con las manos y a veces con el pie. No se quejarán los estudiantes del Colegio de Cirugía de San Carlos, hasta el año pasado, se peleaban por los restos y a veces había que trocearlos, los legales, procedentes de la justicia, pocos y los íntegros escasos.

Al embalsamar un cadáver reconocí al petimetre en él, el recuerdo me cegó, con el escalpelo le corté los genitales y forzándole la boca rompiéndole varios dientes se los introduje en ella y lo  devolví  al velatorio tal cual.

Cuando me llevaban los alguaciles, mi ángel alado lloraba en silencio.

ALEJANDRO POZO DE LA CÁMARA

1er Premio en Categoría Ciencias de la Salud “I Concurso de microrrelatos médicos AMIR

 

PREMIADOS EN CATEGORÍA CIENCIAS DE LA SALUD



NECROPSIA
Alejandro José Pozo de la Cámara (España)
Una luz potente hiere mi retina, despierto y veo una lámpara de quirófano de cinco focos y mi reflejo en el cristal, desnudo, encima de una mesa dura.

Oigo una puerta batiente y aparecen una médico y mi mujer, que me mira con sorna, pienso, ¡Ha sido ella!, ¡Me ha envenenado!

Se acerca a mí y musita un “adiós” solo para mis oídos. La forense la abraza, y la lleva hacia la puerta con ojo de buey.

El ayudante coloca los condrotomos, escalpelos y escoplos.

Ella coge el escalpelo y lo aplica en mi pecho haciendo un dibujo oval limpio, no siento dolor.

Cuando retira la plancha de costillas, veo desde el reflejo, mi corazón que late convulsamente. Se aproxima a mí, me besa y me dice “yo cuidaré de ella” y tomando el bisturí secciona limpiamente la aorta y las cavas y la sangre empieza a fluir.

Mis ojos se nublan y cuando la forense saca mi corazón con las dos manos, yo ya lo estoy viendo todo desde fuera de mi cuerpo y dejo en la sala de autopsias a la amante y en la sala de espera a mi amada, bueno, a su amada
.

1er Premio en Categoría Ciencias de la Salud
“I Concurso de microrrelatos médicos AMIR

PARA EL IV PREMIO DE RELATOS CAMILO JOSE CELA PARA JÓVENES - 2012 - ESPAÑA - INJUSTICIA

                                                                        INJUSTICIA


Estoy muy enfadado, eso es poco, cabreado muy cabreado. No sé si valdrá para algo lo que voy a denunciar, allá voy,  el premio es para jóvenes y yo, estoy fuera, Hors d’Age, acabo de cumplir sesenta años, me parece de una injusticia total y absoluta. Universitario si soy, he retomado la carrera de Derecho que tenía aparcada, como Don Camilo. Creo que él, si viviera, me daría la razón y me diría que quién pillara los sesenta tacos que tengo y que soy un chaval.
Premio de Relatos C.J.C. para Jóvenes, ja, ja y ja.
Donde esté una madurez sosegada y sesuda que se quite la juventud intranquila y sexuada. Pura envidia, lo reconozco.

En el 69 empecé medicina en la Complutense y eran otros años y eso, pero había un respeto hacia los profesores y sobre todo a los grises que ni te cuento.
 La educación que recibimos en el colegio marca, sobre todo si te daba el profesor de turno con el cepillo de borrar el encerado o con el artilugio del demonio que usaban los maristas, la Chasca, que era como una pinza de madera, más grande y que hacía un ruido seco y según eran los toques en intensidad y número significaba una cosa u otra, que si de pie, que si sentados, recreo etc.

El colegio de los años sesenta era la selva en la que nos sumergíamos la juventud de aquella época, solos, sin el apoyo de la familia ya que ni mi padre ni mi madre acudieron nunca a preguntar que qué tal me iba. Si veías a algún padre esperando ver al director, ya sabías que habría un expulsado o dos.
Las injusticias que se cometían en el colegio no salían del ámbito escolar pues se corría el peligro de que en casa te cayera otra de tu padre ya que siempre decían que seguro que era merecido y que poco había sido el castigo, que por él hubiera sido mayor.

Y eso que lo que mis ojos han visto me recordaban las torturas que infringieron los japos en la segunda guerra mundial a los americanos.
He visto levitar a un compañero de clase solo sujeto por las patillas, a otro, un cura le acarició suavemente las dos mejillas para descargar las dos manazas a la vez con un golpe seco. Y que decir de la regla de madera de cincuenta centímetros, maciza, que caía con dureza sobre uñas o sobre las palmas abiertas y si las retirabas aumentaba en número y fuerza.
Pero dentro de los castigos corporales que soportábamos, el que yo consideraba peor era el del silbato contra la cabeza en plan capón, porque además del chichón que se producía casi de inmediato, se notaba en el paladar como un sabor metálico y a sangre al pasar la lengua.

Hoy en día el escolar es sagrado, es no solamente intocable sino que se permite el lujo de amenazar al profesorado con un se lo digo a mi padre o madre, que acuden indignados al director o a veces a la prensa o a televisiones locales.
En las casas de mi tiempo, como casi todas las familias eran numerosas por los puntos que era lo que aumentaba el magro sueldo de nuestros padres, lo normal era el hacinamiento. Yo por ejemplo, en un cuarto que la cama era la mitad del mueble librería que se tenía que abrir por las noches, que si extendía los brazos tocaba los extremos de la habitación y que la mesa de estudio era de libro que se plegaba de vez en cuando de improviso arrastrando lo que tenías encima al suelo.

Yo tengo cuatro hermanas y el baño era semanal y con la misma agua, así que cuando me tocaba a mí que era siempre el último había como una nata negruzca que manchaba el límite entre el agua y la bañera. Un día sin saberlo, me sequé la cara con un pañito como de fieltro rojo muy suave que luego me enteré para lo que servía cuando mis hermanas y mi madre se cachondearon de mí.
Igualito que hoy en día, que los niños tienen en su cuarto, que es individual, televisión, ordenador, móviles varios, consolas de juegos, camas que se ven y que te puedes echar siempre que te apetezca y a veces hasta baño particular. Pura envidia, lo reconozco.

Y en la facultad ya ni te cuento las diferencias entre el año 1969 y el actual de 2012 que es cuando estoy cursando primero de Derecho, en la Universidad Complutense de Madrid.

 Y eso que el hall sigue igual que cuando en mi época acudíamos a las fiestas universitarias del fin de semana, que por un módico precio teníamos barra libre y así recaudar dinero para el viaje de fin de carrera, único de toda la vida estudiantil que a veces ni siquiera era posible acudir por falta de idems.
Hoy el universitario ha realizado por lo menos el viaje al ser destetado, el de entrar en párvulos, el de primaria, el de secundaria, el de bachiller, el de entrar en la universidad, el del paso del ecuador. Yo por ejemplo no supe de la existencia del mar hasta la mayoría de edad, me imagino que para que no tuviera la curiosidad de conocerlo.
Otra de las injusticias que he callado durante años y que nos separa de los universitarios de hoy día era el servicio militar obligatorio para los chicos y el servicio social de las chicas. Hemos sufrido mucho.
En la Facultad de Medicina en la fachada, hay agujeros de bala de cuando la guerra civil española y el catedrático de cualquier asignatura era como un Dios al que acompañaban sus acólitos en procesión y por detrás a más o menos pasos de distancia según el grado de escalafón en la cátedra.

En Derecho, todavía no conozco a ninguno y las clases son de cuarenta o menos, antes lo mínimo eran quinientos. Entramos en selectivo de Medicina el año de 1969 dos mil y pasamos a segundo quinientos.
Había clases magistrales del cátedro y si eran buenas se le aplaudía y a veces ibas a otras facultades a escuchar por el simple placer de aprender.

 Hoy los estudiantes entran cuando quieren e interrumpen al profesor, se van si les apetece en mitad de la clase, usan el móvil todo el rato con el wasarraf de las narices, tienen  un portátil pequeño con el que juegan, atienden, hablan con el que está al lado y si tienen pareja hasta se besan y se meten mano. Pura envidia lo reconozco.
Y que decir de mí, pues que soy como un bicho raro, que me llaman de usted, que a veces cuando entro en una clase se pone de pie el profesor. He tardado dos meses en configurar mi estumail y aun hoy día me falla a veces. El campus virtual existe porque lo he visto pero no soy capaz de subir ningún archivo. Les llevo los trabajos a los profesores en mano, soy el único, pero me dejan yo creo que por la edad. Una profesora impelida por la piedad me dijo que si quería nos podíamos twittear y yo que no sabía lo que era eso la comenté que prefería de usted, antes que tutearnos.

Entre clase y clase, en el recreo se tumban en el césped y yo creo que se aman y todo, algunos juegan al fútbol y ni miran. Creo que quieren que juegue con ellos porque me dan balonazos en la espalda como para llamarme la atención. Otro día me empujaron y me metieron entre los pies un skate de esos y casi me mato, pero conseguí avanzar varios metros braceando y perdiendo todas las fotocopias que llevaba en mi cartera de cuero.

Esta es mi vida en la Universidad y encima no puedo participar en el Premio de Relatos C.J.C. para Jóvenes, es una injusticia y apelaré a las más altas instituciones para conseguir que aunque sea el próximo año pueda  participar en el concurso.
Pura envidia, lo reconozco.

 



SANTIAGO DE COMPOSTELA.DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

SANTIAGO DE COMPOSTELA.DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS A TRAVES DE LOS SIGLOS.

He estado en Santiago tres veces en mi vida. Os relato lo vivido.
A medidados del siglo pasado, allá por el año de 1.965, a la sazón yo con 13 años, estuve en La Ramallosa en un convento de monjas habilitado para campamento de verano , procedente del colegio Sagrados Corazones de Madrid.

                                   
Por aquel entonces, yo tenía una máquina de fotos "Brownie Fiesta" de Kodak, con la que tomé las 12 fotografías en blanco y negro que contenía el carrete. Una de ellas la presento al concurso de fotos (ver).
Comíamos de rancho y muy rico, por cierto (para otras cosas no sé, pero para la cocina, las monjas tienen muy buenas manos).
                                                           
Un grupo de unos 100 escolares en plena adolescencia nos mortificábamos cada noche, (con Franco se llamaba más o menos así, hoy día tiene otro nombre y la médula no se reblandece) Desde Playa América se veían las luces de San Telmo y los fuegos fatuos por encima del convento.
La Santa Compaña, buscando paseantes nocturnos por los caminos para que se unieran a Ella, (Hoy se llama "hacer botellón").
Fuimos de excursión a Santiago y recibimos la" gracia del jubileo" que consistió en una indulgencia plenaria. Se nos perdonaron todos nuestros pecados. A mi regreso a Madrid, en la Estación de Príncipe Pío al bajar del tren, mi madre me dijo que tenía un "halo de santidad" alrededor de la cabeza . Me volví y un rayo del sol
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que se estaba poniendo produjo un destello en mis ojos que me hizo daño y ... LLORÉ.
En el verano de 1982, ya era independiente. El dinero me quemaba en el bolsillo, y ya casado y junto a otra pareja (vivían en pecado), decidimos recorrer Galicia y conseguir el jubileo.
Decidimos ir de Camping. Unos mejor que otros, las lluvias nocturnas, el barro en el coche, la tienda creció durante el viaje, al final no cabía en el maletero. Las noches, ¡qué noches!, eran un jubileo continuo. Se mezclaban los ruidos, los olores.... no se sabía de qué tienda procedían, pero desde la distancia se veían los fuegos fatuos y los de San Telmo mezclados. La Santa Compaña escuchaba "son tus perjúmenes mujer....", en un transistor.
Mi máquina de fotos era ya en color. (Ver foto del cruceiro de HIO )

                                                    
Fuimos a Santiago, recibimos el jubileo a medias, pues nos saltamaos una de las condiciones, pero como los que estaban en pecado eran la otra pareja, pues peor para ellos.
Ya entonces empezamos a comer marisco: sardinas, mejillones, y un día pulpo.
Pasé por la Ramallosa, se me metió un mosquito en el ojo y.....LLORÉ.
En el siglo actual, en este año de 2010, estuve con mi mujer (la misma) en un buen Hotel en A Coruña. Tenía un baño enorme sólo para los dos.
                                                         
 Me vino a la memoria la experiencia de los baños comunes del Camping. Todos los usuarios con nuestra bolsita de
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aseo, haciendo cola (grupo de gente en orden, uno detrás de otro), moviéndonos a saltitos. Luego cuando entrabas y te "medio sentabas", veías la cola (grupo de gente en orden....) de los que estaban fuera, a través de aquellas puertas de persiana.
Los entendidos dicen que desde fuera no te ven, pero yo soy incrédulo y no podía concentrarme, con aquellas toses nerviosas y los golpecitos con el pie en el suelo.
Mi máquina de fotos es ya digital. Tiene una tarjeta de 4 gigas, pero he hecho 12 fotos. (Ver catedral, la misma que la de 1965, pero con más gente alrededor).
Por fin he comido marisco de verdad.
Fuimos a Santiago y entre que no cumplimos las tres condiciones, ¡vaya colas ! (grupo de gente.....) y que, o nuestros pecados son veniales, o son sin querer, o ya no me acuerdo, nos dieron la indulgencia sin más.
Y sentado en el cómodo inodoro de la habitación de mi hotel, no con "fuegos fatuos", pero sí con "flato" que vivan los callos con garbanzos... LLORÉ
Este es mi relato de 3 viajes a Santiago a lo largo de mi vida ,en 1965, 1982 y 2010..
En el 2021 volveré .
No sé si el "jubileo" ganaré, pero sí "jubilado".
No sé si alguna foto haré, y si tendré algún pecado..
Pero creo que un buen "albariño" degustaré....
y entonces... LLORARÉ.

viernes, 1 de abril de 2022

LA CARTA - ENTC

 

LA CARTA – EPI

Me siento en mi butaca.
Coloco la carta encima de la mesa camilla.
No tiene remite, quizás no quiera un reencuentro.
Mi nombre y la dirección están escritas con una letra que no conozco.
En una esquina, pone querido hermano.
Me doy cuenta de que estoy llorando, porque una lágrima ha caído sobre querido y la tinta se está diluyendo en lenguas azuladas.
Debajo del cristal, enmarcada por hojas rojo-amarillentas del Campo Grande, está la foto de mi hermana, un año antes del suceso.
Del bolsillo de mi batín, saco el reloj infantil que llevaba aquel día, está parado en la hora en la que ella desapareció.
Lo coloco al lado de la carta y miro hacia mi reloj de pared.
Por extraño que parezca, le faltan unos minutos para que coincida con la hora maldita.
El destino quiere que la lea en el mismo minuto.
Mis dedos nudosos por la artritis intentan abrir la solapa de la carta.
No puedo, está muy pegada. Cojo el estilete y lo introduzco por un borde.
A punto de abrirla, un ruido me sobresalta y me hiero en la otra mano sangrando copiosamente.
El timbre de la puerta no deja de sonar.

TRAGALDABAS - ENTC

 

06. TRAGALDABAS – EPI

Una tarde de septiembre de hace 55 años, llevé a mi hermana pequeña a la feria de Valladolid.
Al llegar al Campo Grande, en mitad de la explanada, estaba un gigante tumbado con la boca abierta, Gargantúa se llamaba.
Mi hermana me apretó fuertemente la mano y se escondió detrás de mí.
Se oían las risas de muchos niños, qué hacían cola para subir por las escalerillas hacia la boca del monstruo.
Tiraba de mí hacia atrás y yo intentaba que no tuviera miedo, que era muy divertido.
Nos pusimos detrás y cada vez que entraba un niño por la boca, esta se cerraba con gran estruendo.
Cuando llegó nuestro turno, la empujé hacia dentro, se cerró la boca y salí corriendo hacia la parte de detrás.
Juro que no tardé nada, pero al rato, salió un niño y otro y mi hermana no apareció.
Hablé con el encargado del tragaldabas, se avisó a la policía, se desmanteló la atracción y en el entramado de madera se encontró uno de los zapatitos de ella.
No hubo explicación, solo culpa, hasta el día de hoy, en que he recibido una carta.

15 RESPUESTAS

  1. Ángel Saiz Mora

    Una historia terrorífica, con niños como protagonistas y un gigante lúdico, que encierra un misterio. Con razón la muchacha no quería meterse ahí dentro. Sin embargo, no todo es tan espeluznante, la carta de la hermana desaparecida suaviza el drama, aunque aviva el misterio para el que surgen muchas preguntas: ¿Cómo le fue? ¿Dónde fue a parar?
    Una historia gigantesca que deja con ganas de más.
    Un abrazo y suerte, Epi

  2. Luz

    Lo que empieza con un relato de un juego que todos conocemos de nuestra infancia, pasa a tener ese punto trágico con la desaparición de la niña y luego esa carta misteriosa…
    Sólo falta un
    Continuará…..

  3. Un relato genial, Epi. Recuerdo haber visto ese gigante tragón hace tiempo, en algún lugar. Nunca lo usé. Nunca le miré directamente a los ojos, creo. Ahora ya sé porqué. Me ha encantado como has ido acercándote y lo bien que todo está descrito. Maravillosa historia. Suerte y abrazos.