sábado, 30 de julio de 2011

2º RELATO PRESENTADO AL CONCURSO PAPERBLANKS

                                              AZAR.
         ¿Dónde estoy?.Casi no me puedo mover.
          Tengo puesta una camisa de fuerza, los brazos pegados a los costados, no puedo hablar, ¿Qué me han hecho? ¿Porqué?.Me siento mojado, habrá sido por los nervios, empiezo a  ver, las paredes blancas como acolchadas. No recuerdo nada, me habrán inyectado algo, tengo miedo.
           Empiezo a recuperar la memoria, salí del trabajo hoy o ayer, no sé, tenía que comprar un regalo para el cumpleaños de mi mujer y entré en una librería de la calle Mayor. Estuve viendo unas agendas y diarios preciosos, como de piel antigua, remaches, esmaltes. Me gustaba un diario del “espíritu de la mujer” y otro de una tal Laurel Burch, estaba a punto de elegirlo al azar cuando de repente una dependienta muy amable se me acercó.
             Disculpe, me dijo, tenemos otros modelos que le van a gustar más. Tenía sim-
plemente que decir que no, que tenía prisa, cualquier cosa, pero era guapa y tenía tiempo, así que claudiqué, craso error. El azar vino en mi contra.
             En una mesa grande de la tienda, empezó a colocar unos diarios de cuero anti-
guo, de gemas preciosas, de encuadernación Safavid, yo empecé a dudar, quería rescatar el espíritu de la mujer, pero no lo encontraba en el batiburrillo que se había formado, la mano de ella se enredaba en la mía y yo por un lado buscaba y buscaba y por otro entraba en el juego erótico del roce.
            De repente, me dice que han recibido un pedido nuevo, con las últimas noveda-
des de agendas y que me las va a traer. Intento resistirme, pero cuando me doy cuenta ya está subiendo por la escalera con ese movimiento tan sensual. A partir de ahora ya sé que no se puede pensar en cosas excitables teniendo una camisa de fuerza puesta, porque el tiro me está matando ( me viene a la memoria el clip de los picardías de las mujeres ) y porque no tengo las manos libres.
               Baja por la escalera toda sonrisa, pechos, piernas y una caja impresionante, se acerca trastabilleando y al intentar ayudarla y coger el mamotreto, la rocé en no sé donde ( sí lo sé ) y se deshizo entre nosotros y cayeron en la mesa decenas de agendas, que digo, centenas y aun miles, yo ya, ya yo ( me viene a la mente Felipe ) dudaba si lo que quería era el espíritu de la mujer o los amantes.
              La mesa era un caos, los diarios se caían por los bordes resbalándose y mien-
tras nosotros, intentábamos lo contrario, con risas y con poco éxito. Los demás clientes miraban estupefactos y asistían con un poco de envidia tal vez a este juego en el que quizás también querían participar.
              Ya no sabía porque estaba allí, era como un sueño que creo había tenido más de una vez, estábamos los dos en el suelo, riéndonos, yo, con un calentón que no recordaba y de repente al ponerme de pié choqué contra la estantería de la espalda y como las piezas de un dominó empezaron a caer una detrás de otra, con  el consiguiente escándalo y estropicio.
             Me levanté y me puse a buscar “el espíritu de la mujer” entre el caos que había en la tienda, gritaba y tiraba los diarios a lo alto y no dejaba que nadie me tocara, ni siquiera la dependienta buenorra, y a cuatro patas recorría la tienda a una velocidad endiablada, hasta que choqué con un muro de piernas, que izándome en volandas me colocaron la camisa de fuerza que llevo.
               Según me llevan a la ambulancia, noto dentro de la camisa, el diario los aman-
tes, noto la sonrisa de la joven y también noto el clip del picardías.


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