LA CARTA – EPI
Me siento en mi butaca.
Coloco la carta encima de la mesa camilla.
No tiene remite, quizás no quiera un reencuentro.
Mi nombre y la dirección están escritas con una letra que no conozco.
En una esquina, pone querido hermano.
Me doy cuenta de que estoy llorando, porque una lágrima ha caído sobre querido y la tinta se está diluyendo en lenguas azuladas.
Debajo del cristal, enmarcada por hojas rojo-amarillentas del Campo Grande, está la foto de mi hermana, un año antes del suceso.
Del bolsillo de mi batín, saco el reloj infantil que llevaba aquel día, está parado en la hora en la que ella desapareció.
Lo coloco al lado de la carta y miro hacia mi reloj de pared.
Por extraño que parezca, le faltan unos minutos para que coincida con la hora maldita.
El destino quiere que la lea en el mismo minuto.
Mis dedos nudosos por la artritis intentan abrir la solapa de la carta.
No puedo, está muy pegada. Cojo el estilete y lo introduzco por un borde.
A punto de abrirla, un ruido me sobresalta y me hiero en la otra mano sangrando copiosamente.
El timbre de la puerta no deja de sonar.
¡Ay, Epi!, ¡necesito leer esa carta! Me has creado una terrible necesidad…
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Una historia terrorífica, con niños como protagonistas y un gigante lúdico, que encierra un misterio. Con razón la muchacha no quería meterse ahí dentro. Sin embargo, no todo es tan espeluznante, la carta de la hermana desaparecida suaviza el drama, aunque aviva el misterio para el que surgen muchas preguntas: ¿Cómo le fue? ¿Dónde fue a parar?
Una historia gigantesca que deja con ganas de más.
Un abrazo y suerte, Epi
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No creo que haya otro relato que me guste más. Tus textos suelen hacerme gracia siempre; este me ha cautivado.
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La carta no se dónde estará, pero el Tío Tragaldabas y la Tía Melitona, que tantos niños han digerido (a mí incluido) durante décadas, podéis verlos aquí:
https://www.google.com/search?q=la+tia+melitona+valladolid&client=ms-android-vivo-rvo3&prmd=imnv&sxsrf=APq-WBvsh3IxmIOAOcFInIQAasx3tc5Eyg:1645046559334&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwjM4Lr-k4X2AhW4hP0HHVs5CvYQ_AUoAXoECAIQAQ&biw=384&bih=724&dpr=1.88#imgrc=jLXEGS0sDkpqyM&imgdii=C8yT1oPk7VX3qM
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Lo que empieza con un relato de un juego que todos conocemos de nuestra infancia, pasa a tener ese punto trágico con la desaparición de la niña y luego esa carta misteriosa…
Sólo falta un
Continuará…..
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Rosalía, Rosalía
tú lo tienes que saber,
Pues no, lo anterior es de una canción de Cuerpos y Almas.
Tengo la carta sin abrir encima de la mesa.
Un beso.
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Angel, gracias por tu comentario. Eran gigantes para nuestro tamaño.
Un abrazo.
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Edita, cautivado me dejas a mi.
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Rafa, en mi infancia pucelana era el tragaldaba, las marionetas y el barquillero.
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Luz, en la cama te cuento un cuento….
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Deduzco que ahora eres cuñado de Tragaldabas. Muy bueno, Epi.
Un abrazo y suerte.
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Mi padre solía decir que eras un tragaldabas cuando comías deprisa y casi sin masticar, cuando todo te venía bien y no reparabas en si había o no que compartir. Es muy chula tu historia y…¿la carta traía explicaciones?
Un saludo y feliz finde, Epi.
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Creo que soy yo Rafa jaja
Un abrazo.
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Mercedes, era el uso coloquial del glotón.
En Valladolid ya no aparece.
Un beso.
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Un relato genial, Epi. Recuerdo haber visto ese gigante tragón hace tiempo, en algún lugar. Nunca lo usé. Nunca le miré directamente a los ojos, creo. Ahora ya sé porqué. Me ha encantado como has ido acercándote y lo bien que todo está descrito. Maravillosa historia. Suerte y abrazos.
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