domingo, 22 de abril de 2012

III CONCURSO DE RELATO CORTO " LA MALETA DEL TÍO PACO " - 2012 - ESPAÑA - TRES CARTAS TRES

1ª CARTA  -  JULIO  -  CORCHETES   

 Querido primo Facundo, espero que te encuentres bien al recibo de la presente y que tu familia esté bien de salud. Yo aquí, en la capital, os echo mucho de menos y estoy deseando terminar el bachillerato para poder volver al pueblo con las mozas y con el ganao, bueno también por vosotros pues me encanta ir a bañarnos al río  e ir a garullas a comer la fruta que pillemos, melones, membrillos o lo que sea.
Me han suspendido en lengua, un cero, es injusto. ¿Que qué es un corchete?.
 El corchete sé muy bien lo que es, ya te digo, con lo que me cuesta desabrocharlo del sujetador y del body. Pues no me costó nada aprenderlo con el de tu hermana, cuando se lo ponía uno de nosotros en el río y hacíamos prácticas. Hasta lo he dibujado, en esquema, para que se entienda. He comentado en plan relato, algunas de mis experiencias con mis amigas, en plan fino, no te creas, que no he comentado aquella vez que se lo rompí a la Gertru, porque me puse  muy nervioso y con la excitación, tuve un arrebato lujurioso y se lo arranqué de cuajo.

He sido el que más ha escrito, dos folios, pero me he empezado a mosquear cuando al ir a entregarlo, he visto “corchetes”, en plural y me he dicho, este modelo no lo conozco, he vuelto a mi pupitre y he puesto:
Postdata, si la chica tiene mucho pecho, se ponen corchetes.
He salido del examen bastante contento, pero mientras recogía la cartera, el profe del instituto lo estaba mirando y se ha sonreído. He dicho para mí, eso es que le ha gustado.
A pesar de la rectificación, me han dejado para septiembre, al recibo de esta carta, cuéntame los nuevos modelos de corchetes de las mozas del pueblo, no quiero volver a suspender. Quiero ser un hombre de provecho.
Sin nada más que decirte y hasta la próxima se despide tu primo que te quiere
                                                            EULOGIO

2ª CARTA – SEPTIEMBRE - CUÑAS O CORCHÁNGULOS

Te escribo otra vez, para decirte que ahora sí, voy a aprobar, aunque no te creas, que venían por mí. Me han preguntado por las cuñas, en plural, pero para listo, yo.
He empezado por poner que hay gran variedad de tipos de cuñas y que iba a explicarlas lo mejor que supiera.

Primero las cuñas de madera que se usan para fijar los muebles y que no se muevan si están un poco descuajaringados.
También las cuñas se introducen en las grietas y con un martillo se golpean para resquebrajar las piedras.
Coloquialmente y fíjate que redicho soy se refieren a los enchufes de los estudios o para trabajar cuando conoces a alguien importante.
Y luego lo que mejor me sabía y ahí me he lucido.

He puesto: Las cuñas son cacharros de plástico, bajitos y achaparrados, que suelen estar en los hospitales y se les ponen a los enfermos para que hagan pises y cacas, delante de la familia sin levantarse ni molestar.
Que digo yo, que sería mejor que se levantaran, pues no es agradable ver al abuelo cambiar de color por el esfuerzo, oir los punes y ese cierto olor a podrido que te deja anestesiado.
También los he visto metálicos como de aluminio-

El nombre de corchángulos ni me sonaba, pero la o sé que significa o una cosa u otra y es que ya me lo dijo mi padre “Serás un hombre de provecho”.
Ya te diré primo pero de ésta me hago bachiller y sin nada más que contarte y dándote recuerdos para tu familia y para ti se despide tu
                                EULOGIO

3ª CARTA   -  FEBRERO  -   LLAVE  O  LLAVES

Querido primo, en septiembre, el sinvergüenza del profesor me suspendió y eso que te conté lo bien que lo había hecho.
Pero lo peor y lo mejor me ha sucedido en el examen extraordinario de febrero.
Pusieron “Llave o llaves” y me lo sabía de pe a pa, al dedillo.
Cada vez entiendo menos al profesor de lengua. Me llamó a su despacho y me dio el examen corregido, con un cero y flecha hacia abajo. Escondió su cabeza entre los brazos y se echó a llorar, con una pena tal, que me contagió. Y yo con los ojos llenos de lágrimas fui desgranando lo que había puesto:
-Instrumento metálico para abrir puertas.
-Para aflojar tuercas.

-Regular el flujo de un líquido.
-Mecanismo del arma de fuego.

-Asignatura llave. Aquí el profe lloraba con más intensidad y golpeaba la mesa con el puño.
-Instrumento de los sacamuelas.

-Mecanismo de algunos instrumentos de viento.
Al llegar a este punto, se levantó, dio la vuelta a la mesa, me cogió por las patillas y acercando su cara mojada a la mía, me dijo APROBADO, nunca serás un hombre de provecho.
Así que he aprobado y vuelvo al pueblo, que estoy deseando estrujaros a ti y a las mozas en el baile de la plaza.
El primo que te quiere
                                          EULOGIO

jueves, 19 de abril de 2012

III CONCURSO DE RELATO CORTO " LA MALETA DEL TÍO PACO " - 2012 - ESPAÑA - PENNA SCRIPTORIA

                                                                 PENNA SCRIPTORIA

Cuando recibí una carta fechada en Cuba y el remite de una oficina de abogados no sabía a que se podía deber. Rasgué el sobre, saqué el folio escrito con una pulcritud extrema y un sello del bufete de abogados en el extremo superior derecho y se me comunicaba el fallecimiento de mi abuelo paterno, desconocido para mí.

En sus últimas voluntades, me dejaba una escribanía antigua en plata y si quería adir el testamento, tenía que mandar una escritura notarial.
Con un padre separado desde mi infancia y una madre fallecida hacía ya varios años y una gran curiosidad hice lo que se me pedía y quedé a la espera de recibir el paquete de correos.
Un mes después y con el aviso en la mano, en la oficina me entregaron un bulto enorme que con gran esfuerzo cogí.

Lo desembalé con sumo cuidado y fueron apareciendo los diferentes objetos que componían una preciosa escribanía en plata: Una bandeja o salvilla con una escena en bajorrelieve del Ángel Caído, un tintero, un plumillero con sus plumas de ave afiladas, una salvadera o también llamado arenillero, una campanilla y un cuchillete o abrecartas delgado y largo.

Luego leí en un tomo de la enciclopedia que se usan para los diestros las plumas del ala izquierda de la oca o del ganso o de los cisnes porque así el extremo se separa de la cabeza del que escribe y no molesta gracias a su curvatura.
Lo coloqué en la mesa de despacho y el efecto era impresionante, muy cuidado.
Decidí usarlo y compré tinta negra en una tienda especializada, su composición era infusión de agallas y sulfato de hierro (caparrosa verde).
De papel compré media resma de un gramaje especial y de gran blancura.

Llené el tintero y con la pluma que me pareció mejor conservada la introduje en el líquido negruzco y entonces sentí como ascendía por el cálamo y me transmitía a mi mano como un tremor que me invadió sucesivamente el brazo y luego todo el cuerpo obligándome a apoyarla en el papel.
Yo asistía involuntariamente a los movimientos rápidos y precisos de la pluma que se deslizaban por el papel, escribiendo un texto muy oblicuo y muy denso, que no entendía bien y como mi mano cuando faltaba tinta, se volvía a introducir en el tintero.

Estaba  aterrorizado y así escribí sin querer dos folios. La punta de la pluma rasgueaba sobre el papel produciendo un sonido armónico, mientras fluía la tinta sin emborronarse, ni salpicar.
La letra con la que había escrito no era la mía y firmaba con el nombre de mi abuelo y en el texto me ordenaba la muerte de todas las personas que habían provocado su expulsión de España y su ruina económica.
El primero, mi padre que aunque no se había preocupado mucho de mí, lo quería.

Rompí el papel, lo tiré a la papelera, pero mi mano volvió a coger la pluma y escribió rápidamente lo mismo y en primer lugar el nombre de mi padre. Intenté con la otra mano entorpecer la escritura pero no pude conseguirlo.
Lo guardé en la caja del embalaje y lo puse todo debajo de la cama. Días después llamó mi padre para pasarse por casa y aunque intenté que desistiera no lo logré.
Sonó el timbre un día y yo no quería abrirle, pero el tremor me poseyó y lo recibí en el salón. Le traje la caja y le enseñé lo que me había dejado en el testamento el abuelo y al leer la hoja que yo escribí, reconoció la letra de su padre. Se echó a reír convulsivamente y en ese momento aferré con fuerza el abrecartas y se lo clavé en el ojo izquierdo atravesando nariz y saliendo por el paladar.

Ante la cara de sorpresa que se le quedó, saqué el estilete y se lo metí por el mismo agujero pero en horizontal hacia el cerebro, la sangre me salpicó la cara, cayó sobre el sofá y yo sobre él y mi brazo subía y bajaba sin parar hasta que su cabeza era ya una masa sanguinolenta.
Quedé horrorizado por lo que había hecho, no quería matar más gente y tomé un cuchillo con la mano izquierda, como diestro que soy y con más fuerza en esa mano, me cogió la muñeca  y no pude clavármelo.
Abrí la puerta de la calle y al salir aproveché que la mano derecha iba por detrás para cerrar con fuerza y pillarla con la blindada, grité y dirigiéndome a la cocina deprisa para que no se me pasara el adormecimiento del brazo, lo puse en la madera de trinchar y con un hachón del taco de cuchillos me rebané la mano a nivel de la muñeca. Chillé como nunca lo había hecho, me puse como pude un torniquete y me bebí media botella de coñac.

Entonces me até al muñón la pluma y mojando el cálamo en la sangre de mi padre y de la mía, que asciende por capilaridad, escribo este papel para que nadie sea acusado de lo que aquí ha pasado y que el único culpable he sido yo y la escribanía de mi abuelo.
Cuando lo termine, desanudaré el torniquete y me desangraré hasta morir y esa será la rúbrica del documento, en rojo.
Escribo en plenitud de facultades mentales y solicito que mi cuerpo sea incinerado y como última voluntad, junto a la escribanía de plata.

Que Dios me perdone, porque yo no lo he hecho,

miércoles, 18 de abril de 2012

III CONCURSO DE RELATO CORTO " LA MALETA DEL TÍO PACO " - 2012 - ESPAÑA - DEVUELTA

                                                                         DEVUELTA

Llovía y al entrar en el portal mientras cerraba el paraguas vi en el buzón un sobre que asomaba junto a unas cartas del banco. Me precipité hacia ella y al sacarla sin abrir el cajetín se rasgó, pero comprobé enseguida que era la que yo había mandado hacía ya un mes más o menos o quizás dos y en la dirección, impreso con un sello negro, las palabras que más daño provocarían en mi corazón.

Devuelta por ausencia, ignorado paradero actual.
Subí hasta mi casa, dejé la compra en la cocina y como estaba, empapado, me senté en el orejero y terminé de sacar las tres hojas del sobre. Antes de desplegar los folios ya estaba llorando, porque no había llegado a tiempo, porque yo la mandé tarde, porque ella se fue pronto y yo no me arrepentí antes de lo que ella tardó en abrir la puerta y salir corriendo.
Tanto lo quería que cuando me contó que se lo tenía que llevar, en ese momento deseé morir y que ella muriera conmigo. Tenía que hacerla daño como fuera y con las palabras que es lo que mejor hago se lo dije. Le insulté, le humillé, le dije que ya no lo quería y que me venía muy bien que se lo llevara, pues así aprovechaba para ahorrarme un viaje y que fuera ella la responsable de cuidarlo.

Se volvió en el descansillo y antes de empezar a bajar por las escaleras me dijo a gritos que tenía quince días para arrepentirme y que le mandara una carta y que si le pedía perdón por todo lo que yo le había dicho, que se lo pensaría y que sería posible tener una custodia compartida, teniéndolo los fines de semana alternos y un mes en vacaciones cada uno.

Me quedé tan cabreado, que cogí la botella de wisky y bebí durante horas casi hasta llegar a la inconsciencia y me dije que ella no se valdría de él para chantajearme, que por mucho que lo añorara, no se lo demostraría y que se arrepentiría en pocos días de habérselo llevado y que me lo devolvería en perfecto estado.
Malo fue cuando nos separamos, pero peor ha sido el odio y todo lo que llevábamos en nuestro interior que afloró en el mismo momento de decidirlo.
De los diez años de casados, solo los cinco primeros fueron de dicha y felicidad completa, fue llegar él y empezar a tener nuestras primeras diferencias.
Al principio, inocentes, déjamelo a mí que yo lo cuido mejor, que no tonta  lo hago yo. Luego hirientes, cortantes, la familia se dio cuenta e intentó mediar entre nosotros, pero ya habíamos cruzado la frontera del respeto.

A partir de ahí empezaron los empujones y arrebatos por tenerlo y la situación se hizo tan insostenible que por el bien de él y de nosotros y de mutuo acuerdo, decidimos separarnos y con régimen de custodia compartida.
Y así ha sido durante cinco años, hasta que hace un mes, sucedió que un día vino hecha una furia y me lo arrebató y yo o no supe que decir o no quise que sufriera un maltrato, y la dejé marchar con él.

Pero fue cerrar, dando un portazo, cuando en ese momento se me vino el mundo encima y ya empecé a recordarlo. Me di cuenta que lo necesitaba yo, más que ella y que él mismo y las lágrimas afloraron y me dejé caer, resbalándome por la pared.
Permanecí así durante la noche entera y por la mañana ya estaba redactando la carta para pedirla perdón, pero cuando estaba llegando al final me arrepentía y la arrugaba con mis manos y la tiraba contra la pared. Tenía el parquet lleno de pelotas de papel y yo estaba hasta las pelotas de ser tan frágil y tan calzonazos y me revolvía y me levantaba y cogía otra vez la botella.

Estuve un mes con lo mismo, escribo y la rompo, no acudí al trabajo, no quise abrir a nadie de mi familia. Perdí el puesto de trabajo, mis hermanas ya no querían hablarme y entonces una de las veces que estaba tan borracho que no me tenía en pie, al ir al baño me resbalé y me golpeé en la cabeza con el lavabo.
No sé si perdí el sentido, yo creo que lo recuperé, pues entonces escribí la carta de un tirón, me vestí y bajé a la calle a buscar un buzón con la mayor ilusión del mundo y cuando la introduje por la ranura tuve la sensación de que todo se iba a arreglar.

Desde ese día y aunque fuera improbable que me contestara tan rápido bajaba las escaleras de cuatro en cuatro con la esperanza de ver en el buzón la tan ansiada carta y así ha sido durante todo este mes, hasta hoy.
Ahora que me he quedado frío, tanto mi cuerpo como mi corazón, sé que ya nunca más volverá a estar conmigo. Tantas y tantas veces que he jugado con él y el pictionary que me regaló mi madre en un cumpleaños lo he perdido para siempre.


sábado, 14 de abril de 2012

IV PREMIO DE RELATOS CAMILO JOSE CELA PARA JÓVENES - 2012 - ESPAÑA - INJUSTICIA

                                                                       INJUSTICIA

Estoy muy enfadado, eso es poco, cabreado muy cabreado. No sé si valdrá para algo lo que voy a denunciar, allá voy,  el premio es para jóvenes y yo, estoy fuera, Hors d’Age, acabo de cumplir sesenta años, me parece de una injusticia total y absoluta. Universitario si soy, he retomado la carrera de Derecho que tenía aparcada, como Don Camilo. Creo que él, si viviera, me daría la razón y me diría que quién pillara los sesenta tacos que tengo y que soy un chaval.
Premio de Relatos C.J.C. para Jóvenes, ja, ja y ja.
Donde esté una madurez sosegada y sesuda que se quite la juventud intranquila y sexuada. Pura envidia, lo reconozco.

En el 69 empecé medicina en la Complutense y eran otros años y eso, pero había un respeto hacia los profesores y sobre todo a los grises que ni te cuento.
 La educación que recibimos en el colegio marca, sobre todo si te daba el profesor de turno con el cepillo de borrar el encerado o con el artilugio del demonio que usaban los maristas, la Chasca, que era como una pinza de madera, más grande y que hacía un ruido seco y según eran los toques en intensidad y número significaba una cosa u otra, que si de pie, que si sentados, recreo etc.

El colegio de los años sesenta era la selva en la que nos sumergíamos la juventud de aquella época, solos, sin el apoyo de la familia ya que ni mi padre ni mi madre acudieron nunca a preguntar que qué tal me iba. Si veías a algún padre esperando ver al director, ya sabías que habría un expulsado o dos.
Las injusticias que se cometían en el colegio no salían del ámbito escolar pues se corría el peligro de que en casa te cayera otra de tu padre ya que siempre decían que seguro que era merecido y que poco había sido el castigo, que por él hubiera sido mayor.

Y eso que lo que mis ojos han visto me recordaban las torturas que infringieron los japos en la segunda guerra mundial a los americanos.
He visto levitar a un compañero de clase solo sujeto por las patillas, a otro, un cura le acarició suavemente las dos mejillas para descargar las dos manazas a la vez con un golpe seco. Y que decir de la regla de madera de cincuenta centímetros, maciza, que caía con dureza sobre uñas o sobre las palmas abiertas y si las retirabas aumentaba en número y fuerza.
Pero dentro de los castigos corporales que soportábamos, el que yo consideraba peor era el del silbato contra la cabeza en plan capón, porque además del chichón que se producía casi de inmediato, se notaba en el paladar como un sabor metálico y a sangre al pasar la lengua.

Hoy en día el escolar es sagrado, es no solamente intocable sino que se permite el lujo de amenazar al profesorado con un se lo digo a mi padre o madre, que acuden indignados al director o a veces a la prensa o a televisiones locales.
En las casas de mi tiempo, como casi todas las familias eran numerosas por los puntos que era lo que aumentaba el magro sueldo de nuestros padres, lo normal era el hacinamiento. Yo por ejemplo, en un cuarto que la cama era la mitad del mueble librería que se tenía que abrir por las noches, que si extendía los brazos tocaba los extremos de la habitación y que la mesa de estudio era de libro que se plegaba de vez en cuando de improviso arrastrando lo que tenías encima al suelo.

Yo tengo cuatro hermanas y el baño era semanal y con la misma agua, así que cuando me tocaba a mí que era siempre el último había como una nata negruzca que manchaba el límite entre el agua y la bañera. Un día sin saberlo, me sequé la cara con un pañito como de fieltro rojo muy suave que luego me enteré para lo que servía cuando mis hermanas y mi madre se cachondearon de mí.
Igualito que hoy en día, que los niños tienen en su cuarto, que es individual, televisión, ordenador, móviles varios, consolas de juegos, camas que se ven y que te puedes echar siempre que te apetezca y a veces hasta baño particular. Pura envidia, lo reconozco.

Y en la facultad ya ni te cuento las diferencias entre el año 1969 y el actual de 2012 que es cuando estoy cursando primero de Derecho, en la Universidad Complutense de Madrid.

 Y eso que el hall sigue igual que cuando en mi época acudíamos a las fiestas universitarias del fin de semana, que por un módico precio teníamos barra libre y así recaudar dinero para el viaje de fin de carrera, único de toda la vida estudiantil que a veces ni siquiera era posible acudir por falta de idems.
Hoy el universitario ha realizado por lo menos el viaje al ser destetado, el de entrar en párvulos, el de primaria, el de secundaria, el de bachiller, el de entrar en la universidad, el del paso del ecuador. Yo por ejemplo no supe de la existencia del mar hasta la mayoría de edad, me imagino que para que no tuviera la curiosidad de conocerlo.
Otra de las injusticias que he callado durante años y que nos separa de los universitarios de hoy día era el servicio militar obligatorio para los chicos y el servicio social de las chicas. Hemos sufrido mucho.
En la Facultad de Medicina en la fachada, hay agujeros de bala de cuando la guerra civil española y el catedrático de cualquier asignatura era como un Dios al que acompañaban sus acólitos en procesión y por detrás a más o menos pasos de distancia según el grado de escalafón en la cátedra.

En Derecho, todavía no conozco a ninguno y las clases son de cuarenta o menos, antes lo mínimo eran quinientos. Entramos en selectivo de Medicina el año de 1969 dos mil y pasamos a segundo quinientos.
Había clases magistrales del cátedro y si eran buenas se le aplaudía y a veces ibas a otras facultades a escuchar por el simple placer de aprender.

 Hoy los estudiantes entran cuando quieren e interrumpen al profesor, se van si les apetece en mitad de la clase, usan el móvil todo el rato con el wasarraf de las narices, tienen  un portátil pequeño con el que juegan, atienden, hablan con el que está al lado y si tienen pareja hasta se besan y se meten mano. Pura envidia lo reconozco.
Y que decir de mí, pues que soy como un bicho raro, que me llaman de usted, que a veces cuando entro en una clase se pone de pie el profesor. He tardado dos meses en configurar mi estumail y aun hoy día me falla a veces. El campus virtual existe porque lo he visto pero no soy capaz de subir ningún archivo. Les llevo los trabajos a los profesores en mano, soy el único, pero me dejan yo creo que por la edad. Una profesora impelida por la piedad me dijo que si quería nos podíamos twittear y yo que no sabía lo que era eso la comenté que prefería de usted, antes que tutearnos.

Entre clase y clase, en el recreo se tumban en el césped y yo creo que se aman y todo, algunos juegan al fútbol y ni miran. Creo que quieren que juegue con ellos porque me dan balonazos en la espalda como para llamarme la atención. Otro día me empujaron y me metieron entre los pies un skate de esos y casi me mato, pero conseguí avanzar varios metros braceando y perdiendo todas las fotocopias que llevaba en mi cartera de cuero.

Esta es mi vida en la Universidad y encima no puedo participar en el Premio de Relatos C.J.C. para Jóvenes, es una injusticia y apelaré a las más altas instituciones para conseguir que aunque sea el próximo año pueda  participar en el concurso.
Pura envidia, lo reconozco.

martes, 10 de abril de 2012

XI PREMIO INTERNACIONAL SEXTO CONTINENTE DE RELATOS ERÓTICOS - 2012 - ESPAÑA -SUDOROFILIA Y RINOFILIA

                                                          SUDOROFILIA Y RINOFILIA

¿Qué hago aquí?, ¿Porqué no me puedo mover?. Estoy a oscuras y noto como una mordaza de cuero que me tapa la boca y me impide hablar. Empiezo a despejarme, la mente se va aclarando y recuerdo lo que me ha sucedido hace un rato o quizás ayer o hace un mes, no estoy seguro.

Estamos al principio del verano y el calor ha entrado con ganas, las jóvenes se han despojado de sus camisas y van casi todas con las blusas de tirantes y eso para mí es un suplicio, pues es verlas y tener un deseo irrefrenable de oler, aspirar y si puedo, pasar mi lengua por esa piel expuesta y saborearla.
Iba en el metro al mediodía en la hora punta y el vagón de bote en bote, yo agarrado a la barra horizontal superior y a mí alrededor cinco jovencitas con sus brazos estirados, desnudos y los tirantes del sujetador asomándose por los laterales de los otros tirantes, el olorcillo de diversos matices se mezclaba y yo intentando identificar a cada una con su olor.
 Uno era tirando a cebolla y ese, fijo era de la morena, otro como ácido, de la rubia. Pero de repente entró en mis narinas un olor a almizcle que explotó directamente en mi cerebro. Yo, que soy un experto en olores y especialista en catas, identifiqué enseguida el almizcle con el tipo Tong-king chino, el más valioso y de inmediato noté un pálpito en mi miembro.
Empecé a marearme y en ese momento el metro entró en una zona de curvas pronunciadas y de saltos y traqueteos sobre la vía que hacía que mi cabeza chocara contra sus brazos y aproveché para sacar mi lengua y con discreción probar las pieles de mis compañeras de viaje. Absorbí el sudor de la otra morena más bajita y era supersalado y con olorcillo a jabón infantil. El de la morena alta, que era el que olía a cebolla, era profuso y perlaba la piel con gotitas que llenaban todos los poros sudoríparos que tenía frente a mis ojos.

La piel que olía a almizcle era untuosa al tacto y amarga al gusto. Me trajo la evocación de las mil y una noches que pasé en un prostíbulo de lujo en Estambul durante toda una quincena. En aquel Hammam, desde que entrabas por la puerta eras llevado por dos odaliscas hacia tu habitación, te desnudaban y con grandes toallas te conducían a la zona de los baños, donde pasabas por el cuarto tibio, el caliente, la piscina fría, el masaje y el cuarto de enfriamiento.
 Ya preparado, recibías a las mujeres más perfectas que yo había visto nunca, pero que además exhalaban los aromas a almizcle de las diversas variedades. El Tong-king chino o tibetano, el Assam o nepalí, el Kabardino ruso siberiano de los ciervos o los extraídos de las glándulas almizcleras de otros animales como bueyes, ratas, patos, musarañas o escarabajos.
Serían los baños, las mujeres, los masajes, la comida o los olores pero el caso es que las feromonas estaban presentes y la potencia sexual plena y continua durante los días que permanecí allí.
Mis sentidos excitados por tal profusión de olores y sabores combinados a la vez, provocaron una necesidad inaguantable de rozarme con los cuerpos de mis vecinas de vagón y de chupar sus cuerpos que hizo que al final se dieran cuenta de mis desvaríos y huyeran a la vez hacia la zona de asientos, dejándome solo y con un espacio alrededor.
Toda la gente se volvió hacia mí, pero yo había entrado en una especie de frenesí y de trance y movía compulsivamente la cabeza con la lengua fuera y cimbreaba la cintura intentando restregarme con lo que fuera, porque también padezco de frotismo, sin soltar mi mano de la barra.
Algún inconsciente usó el freno de emergencia y aquello fue el llanto y el crujir de dientes, pues fui propulsado volando hacia las cinco jóvenes que gritaron con terror y yo en mis estertores lascivos acabé chupando a una vieja.
De repente un golpe y ya no recuerdo más, hasta ahora en que estoy a oscuras.
Empieza a entrar la luz del amanecer por la ventana e incorporándome veo que llevo puesta una camisa de fuerza y un cinturón que me fija a la cama y además llevo como un bozal y me acuerdo de la película del silencio de los corderos.
 La habitación está vacía, solo mi cama y las paredes están como acolchadas, empiezo a comprender que piensan que estoy loco y no es verdad.
Desde que nací he tenido esta sensibilidad exacerbada en los sentidos del gusto y del olfato y cuenta mi madre, que como a ella no le subió la leche tuvieron que buscar amas de cría y pasaron por mí más de cuarenta.

Al principio bien, que qué bueno, que qué rico pero a los pocos días se despedían diciendo que se sentían mal, que era una sensación muy rara la que sentían, que parecía como un adulto chupando. Mi madre se enfadaba, las llamaba guarras y buscaba otra y vuelta a empezar. Mientras yo, ganaba en experiencia.
 Con el tiempo empecé a oler objetos y animales y los distinguía a distancia. En la escuela era yo el que si algún compañero o compañera de la clase se caía en el recreo y sangraba, le chupaba la herida y se curaba en poco tiempo. Decían como con orgullo que tenía una lisozyma en la saliva muy curativa.

Chupaba y olía todo lo que pillaba y de estudiante en la capital solía acudir a las grandes aglomeraciones donde existían infinidad de olores y de matices. Me hice sommelier  y además, muy famoso en Madrid, trabajo en un buen restaurante y siempre llevo mi tacita de plata labrada al cuello, el tastevin.

Las mujeres son raras, no tengo pareja y eso que al principio de la relación están encantadas con los cuidados que las prodigo, qué si flores, qué si bombones, besos y lametones, qué si te hago un traje saliva etc.
Pero al poco tiempo ya no les hace gracia nada y me abandonan.
Oigo pasos apresurados al otro lado de la puerta, se detienen y como los cerrojos chirrían al abrirse.
 Entran varias personas con batas blancas, una de ellas, una mujer joven y guapa se acerca por un lateral y me coge la cabeza y desanuda la máscara, quiero hablar y me pone un dedo en la boca, noto su sabor saladito.
Estudia los reflejos de los pares craneales y cuando llega a la exploración del IV par o nervio troclear o patético, que curioso, se acerca mucho y lentamente a mi cara con una linternita pequeña y entonces me incorporo un poco y slurrpppp.