Liebratón
Me paro bajo un farol y palomilla fernandino y me
enciendo un cigarro, giro sobre mis pies
y exhalo el humo por las narinas.
Me siento bien, y al reanudar el
paseo, me veo caminar por las fachadas que dirigen mis deseos por el dédalo de
calles, al Conejo Feliz.
Me cuesta atravesar el cortinaje grande de terciopelo,
cada día más.
Me siento en mi
taburete, beso a mi camarera preferida y comienza el ritual, ginebra, vermú
rojo y triple seco en la coctelera e inicia un baile con sus pechos.
Un buen
grog, me trae recuerdos del Hotel Tirol de mi juventud, de esa juventud que ahora busco aquí. Se
empina por encima de la barra y me calienta en la oreja que hay una nueva, una
liebratón.
Se me acerca una joven
enorme, con una malla ajustada que aplica a mi rodilla y un calor pasa
lentamente a mi cuerpo, apoya sus manos en mi muslo y pido un benjamín.
Al salir, me acomodo la
entrepierna y me encamino a tomar unos
churros. Sonrío.
Tres cosas importantes en tu vida... EL CONEJO FELIZ, UN GROG (o dos si son pequeños), Y UNAS PORRAS CALENTITAS, aunque estén grasientas...
ResponderEliminarParece que me conoces bien, es verdad, son tres cosas que me gustan y con las que me lo paso muy bien.
ResponderEliminarComo no se tu género, te saludo cordialmente.
Hola Epi, muy bien descrita la escena y todo lo que ocurre, y te cuento tuve que preguntarle al gran sabelotodo " Don google " que era un grog y ahora ya lo sé.Yo soy una chica jejeej que no bebe alcohol y claro no sabía de la existencia de ese brebaje. Me olvidaba de decirte que las fotos están muy bien relacionadas con la historia.
ResponderEliminarBesos .
Esos amaneceres acodado en una barra y mojando churros en una taza sin fondo son un recuerdo de cuando trasnochaba. ¡Qué tiempos!
ResponderEliminarUn saludo
JM