MURCIÉLAGO
El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre, hace
que levante los ojos. Mueve con desesperación la cabeza de un lado a otro y
piensa que no va a tener más remedio que ingresarle en un frenopático.
Cada día que pasa, está más metido en el papel de murciélago
y ya es capaz de aletear por toda la casa a oscuras sin chocarse, dando
grititos de un agudo insoportable.
Se ha dejado las uñas tan largas que tiene el parquet con
roderas.
Lo peor es, como está
dejando el salón de mondas, bueno y el cuidado que hay que tener para que no te
eche el guano encima.