MUERTE
Como tantas veces había hecho de niño, he vuelto a matar. De pequeño, me gustaba torturar a los seres más indefensos de la naturaleza, pájaros, murciélagos, gatos, perros etc. Recuerdo aquella rana que estuvo cinco horas abierta en canal y con el corazón palpitando.
Cazaba moscas y las arrojaba a las telas de araña para que quedaran prendidas y luego ver como se acercaba y las envolvía en un capullo de seda.
Creo que la experiencia me ha servido de mucho, pues no siento ningún remordimiento cuando mato, duermo de un tirón y por la mañana me levanto con la conciencia tranquila y con ganas de seguir haciendo lo que más me gusta en el mundo.
La sangre es lo peor, pues mancha mucho y resbala si la pisas.
Trabajo de matarife en el mercado.
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