Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un
silbido corto y al hacerlo los hilos de oro se deforman perforando los orbiculares
de los labios. Cuando los hilos atraviesan los implantes de silicona, explotan,
retrayéndose la boca en una mueca horrible.
Saca un espejo, se mira y
grita.
Por los pequeños orificios de los labios, sale una sustancia
lechosa que le recuerda al ácido hialurónico puesto años atrás.
Una pitada perfora sus tímpanos, levanta la mirada y observa
a un taxista, que le dice -Vamos , guapa, deja de pintarte y sube.
Y sacando una lima de uñas metálica e introduciéndose por la
ventanilla, la clavó repetidamente en la cara.
Buen relato Epifisis.
ResponderEliminarPobre taxista, en el lugar menos indicado en el momento mas inoportuno.
Un saludo. Me quedo por aqui para leerte de vez en cuando si no te importa
Alfonso, gracias por pasarte, yo te sigo también, como Joe Rigoli.
EliminarUn abrazo
Pocas palabras pero impactante.
ResponderEliminarSaludos.
Ohma, son 100 palabras, no da para más.
ResponderEliminarMe gusta tu blog.
Un beso