NINFA
Arrebujados,
las sábanas de seda nos envolvían, como un capullo a las crisálidas, mientras
copulábamos sin descanso.
Como
si no hubiera un mañana, nuestras estructuras exoesqueléticas se acoplaban
produciendo un ruido armónico y una secreción filante salía de mi tubo
excretor.
Mi
cuerpo, cada vez más marchito, se acoplaba al suyo, intentando con mis cada vez
más exangües intumescencias de los cuerpos cavernosos y esponjosos, mantenerla
cerca de mí.
La noche pasaba rápida y yo notaba que ella estaba cada vez más
rígida, su oviscapto más cerrado y sus órganos estridulatorios comenzaban a
vibrar una queja continua y amarga.
Su
cutícula, suave hacía un rato, se escamaba y la queratinización provocada,
erosionaba la mía, produciéndome una histólisis con descomposición corporal,
que pasó de imago a pupa.
Mientras
mi ciclo circadiano estaba tocando a su fin y me estaba convirtiendo en un monstruo,
empezó ella a agitarse y yo, que me agarraba como podía y tenía miedo de
perderla, se contorsionaba, hasta que un crujido bestial me dejó aturdido y se
produjo la exuvia, me empujó hacia el suelo, se liberó de los restos, se sentó
en el borde y extendió sus alas y sin mirar atrás salió de la habitación.
Una historia bien narrada, me dejas asombrada Epi, como discurres, y las fotos que acompañan al texto son muy apropiadas.
ResponderEliminarBesos .
Puri