AQUEL BESO
ROBADO
No recuerdo los años
que tenía, ni su nombre, pero al comer una picota y antes de introducirla en la
boca, la pongo entre mis labios y aflora, el olor, el sabor, la juventud de aquellos veranos en Jerte.
Me apuntaron mis padres
en la escuela, para recuperar no se cual asignatura cateada en la ciudad, fui a
rastras, pero al entrar estaba ella, calcetines caídos, vestido a cuadros y
unas coletas.
Me sonrió y sus dientes o su lengua húmeda, provocó en mí un azoramiento tal, que los
demás niños se echaron a reír.
Me cogió de la mano y
me sentó a su lado, notaba su pierna como fuego que me traspasaba.
Miró mi pantalón,
levantó sus ojos a los míos, los cerró y yo fui suyo para siempre.
En el recreo, detrás de
la higuera, a su sombra, se colocó una picota gorda, roja intensa entre los
labios y me invitó a morderla a la vez que a ella.
Puse los míos sobre la
fruta y entonces ella, abrió más la boca y me abrazó en un beso profundo con la
fruta por en medio, mordisqueando la pulpa interminablemente, respirando por la
nariz como peces fuera del agua.
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