26. LA MALDICIÓN DE LA PERLA NEGRA – EPÍFISIS
La recuerdo a la entrada de la cabaña, con su cesto de mimbre entre las piernas, desnuda y con su cuchillo abriéndolas y haciendo una incisión en el molusco, rebuscar en su interior y la sonrisa en su cara de porcelana al extraer una perla, que se introducía en la boca para limpiarla.
Separaba en un cuenco las vendibles y en otro las negras para su collar.
Las enhebró con un hilo de seda largo y varias vueltas y solo con el collar, caminaba por la casa, rápida, sutil, invitándome a poseerla.
Cuando hacíamos el amor, me encantaba chupar a la vez perlas y pezones, igual de negros.
A veces para llegar al orgasmo entraba en apnea, me gustaba y su cara pasaba de un cutis nacarado a un rojo pasión.
Aquel día, su rostro pasó a cerúleo y al intentar revivirla, el hilo se rompió y las perlas cayeron al futón y de ahí al tatami y cuando el tintineo y el rodar cesaron, se hizo un silencio sepulcral.
Qué derroche de perlas!!! Con lo que a mi me gustan..
ResponderEliminarMucha perla para la ocasión,mejor dejarlas en el joyero.
ResponderEliminarBesos Epi.
Puri