Oigo un ligero maullido,
seguido de un ronroneo que me electriza, me dirijo al dormitorio, abro la
puerta y me quedo en el quicio, admirándola.
Mi gata está encima del
edredón, acicalándose las uñas, con un bufido, hace que me acerque y coloque un
bol con champán a su vera, del que a lengüetazos lo vacía, eleva su cabecita,
me mira y cierra sus ojos verdes, me atrae y empieza a rasgarme el pijama de
seda con sus garras y dientes.
Me desnuda y
empujándome, me tumba, se sube encima y frota su tripa peluda con la mía,
marcando territorio y acerca su lengua a mi miembro, los dientecillos
mordisquean mi escroto y me agarro al edredón para no caerme.
Sube y baja por mi
cuerpo, me tira el champán por encima, me escuece y me gusta, no me da tregua,
me araña, ya no puedo más, la agarro por el lomo.
Ahora soy yo el que
bufa, Perla se da la vuelta y se me ofrece, terminamos y nos limpiamos a
lametazos, arrullándonos y frotando nuestros cuerpos entramos en un sopor
reparador.
Se incorpora, deja
deslizarse por su cuerpo el disfraz de tigresa, se viste y saca la bacaladera.
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