jueves, 24 de noviembre de 2022

CÓRDOBA ROMÁNTICA

 

                                                              CÓRDOBA ROMÁNTICA

 


Me encuentro en una habitación del Hospital Reina Sofía, con la ventana abierta y oliendo a la flor del azahar, un cielo azul y Córdoba preciosa.

Si alguien entrara por la puerta me vería con los brazos abiertos como intentando acogerlo entre ellos, craso error, los tengo en sendos cabestrillos o aviones como se decía antes.



      

 

Estoy escribiendo con la única mano sana y libre que tengo y malamente, pues el resto o está escayolado o con vendajes. Pensaba haber pasado un día muy especial y con mucho sexo y lo único que noto en mi miembro es la sonda urinaria, uretral o de Foley.

 

Me molesta mucho y esta mañana cuando ha venido la auxiliar, que qué mala suerte, tenía bigote y muchos más años que yo, se lo he dicho y ella me lo ha cogido sin miramientos y me lo ha lavado con jabón que escocía y me decía que era para quitar el barrillo que se queda en el reborde de la sonda.  He estado por decirle que se quitara el barrillo que tenía ella en los belfos con piedra pómez.

 

Paquete romántico, ja, ja y ja.




 

Reserva desde hace un mes en una junior suite en el Maimónides de Córdoba, con fresas con chocolate, botella de cava y desayuno buffet y sin saberlo ella, mi mujer, 69 años estupendos y 45 de casados conmigo. Creo que lo sabía, porque cuando me arrimaba me decía, el 3, el 3.

 

Sorpresa, se lo digo el viernes y esa noche, tampoco, mañana, mañana como el Mota.

Como la entrada era a las tres de la tarde, decidimos comer de camino, primero en el Santos y luego en el Churrasco, allí cayeron unos cuántos finos. Se le había olvidado las gomas del pelo para la ducha y entramos en un chino, le compré una braguita blanca sexy de puntillas por dos euros y yo una chilaba. Yo notaba una tensión en la entrepierna y deseaba estar ya en la habitación.

 

En recepción yo le decía a la señorita, venga, venga y me dice, vaya, vaya al lobby que le van a dar unas copitas de fino. Mi mujer, que rico y fresquito, hazme una foto y yo, mira, que no estamos para perder el tiempo.

 

Ella, que no está acostumbrada, estaba un poco achispada y yo ya no la entendía del todo y cuando entramos en la habitación, vacié todos los geles que había, también el de afeitar y empecé a llenar la bañera, puse la música erótica que llevaba descargada desde un mes antes, abrí la botella de cava y nos tomamos otras dos copas. La dejé apoyada en el sofá y la desnudé.

 

Me fui a la habitación, hice lo mismo y volví como Capitán General con mando en plaza, bueno, como recluta presentando armas y con la chilaba.

 

Me empujó al sillón, me dijo que esperara, se fue por la puerta del baño, volvió con la braguita en la cabeza y el cacharro con el chocolate caliente y las fresas, tropezó en un mueble y me lo volcó todo en la bandera izada.

 

 

El grito, aterrador, se debió de oír en todo el hotel, me miré y al vérmelo todo achocolatado, me incorporé en un santiamén, por momentos veía ampollas.

 

Me dirigí al baño y al ver la espuma, que empezaba a salirse por el pasillo, me metí dentro de la bañera y sería por los nervios o por el exceso de geles, comencé a correr como en las películas de cine mudo y al querer sujetarme me proyecté al exterior, hasta contactar con la televisión de plasma, que cayó estrepitosamente.

 



 

Mi mujer seguía en el sofá cuando por la puerta entraron el de seguridad, seguido de varias mujeres del hotel y algunos clientes de las habitaciones contiguas alertadas por el escándalo.

 

Yo tumbado, inhiesto todavía, pero con un color como de cubano en el tono, no en el tamaño, miraba atontado, mientras me cogían entre varios y me bajaron en el montacargas para llevarme al Hospital.

Fuera del Maimónides se fueron acumulando todos los turistas que estaban alrededor de la mezquita, yo me tapaba con la chilaba y no quería mirar a nadie.

 

 

Y aquí estoy, solo en la habitación, mi mujer dice que se avergüenza y que no viene y yo con ganas de hacer pis y con miedo de que venga la de antes.

 


Toco el timbre para que venga la auxiliar, al rato se abre la puerta y entra un armario de dos cuerpos de mujer y me dice con una voz de camionero:

 

- “Dobroye utro”. -“¿Chto s toboi?” *

 

                                                       Buenos días, ¿qué te pasa?, en ruso

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