miércoles, 20 de agosto de 2014

AUTOPSIA

                                                   AUTOPSIA


Tengo frío, no me puedo mover, estoy tumbado encima de una mesa dura y helada que parece de mármol. Tengo los ojos abiertos y veo una lámpara de quirófano de cinco focos apagada y no se qué me ha pasado, debo de estar con un relajante muscular y a la espera del cirujano, pues no puedo mirar hacia los lados.

Veo mi reflejo en el cristal de la lámpara y observo que estoy desnudo, que no tengo ninguna herida a simple vista y que no hay ninguna mesa auxiliar del anestesista o de los ayudantes de quirófano.
Oigo una puerta batiente y aparecen en mi ángulo de visión dos personas con gorro y mascarilla, una de ellas por su aspecto, mujer y la otra, una persona mayor con gafas.

Se acercan a mi cara, hablan entre ellos y me tocan con dedos enguantados, el hombre apunta cosas en una carpeta.
Sus cuerpos me impiden ver lo que hacen, cuando me observan el abdomen, pero noto cuando tocan mis genitales y cuando me giran para ver la parte trasera de mi cuerpo, notando las manos y los brazos del ayudante.
Empiezo a asustarme, me parece que creen que estoy muerto y yo los siento, los veo y les escucho aunque mal. Intento mover los ojos, la mano, un pié, algo, pero no sé si lo consigo. Hablar no puedo, de mi boca no sale sonido, aunque estoy gritando por dentro, es horroroso, no sé que ha podido sucederme.

El auxiliar se acerca a mi cara y sacando una manguera de debajo de la mesa, abre el grifo y sale un chorro de agua tibia a presión y comienza a lavarme con un cepillo de cerdas fuerte, de forma muy concienzuda, que llega a producir un dolor sordo.
Me coloca como a la maja desnuda y sigue con el lavado, a mi pesar, me río en mi interior.

Me seca con una especie de sábana áspera y tiesa y me tapa con otra más suave, quedo en penumbra no sé por cuanto tiempo, la puerta batiente vuelve a sonar con el vaivén y de repente la lámpara se ilumina.
Me descubren la cabeza y veo a la forense sin la mascarilla, acompañada de mi mujer que me mira con sorna y que se echa a llorar llevándose el pañuelo a los ojos.

Grito sin chillar, ¡Por favor!,¡ Ha sido ella!,¡ Me ha envenenado!.
La oigo decir como en sueños que bebía mucho, que comía grasas en demasía, que no hacía ningún ejercicio y que el médico de cabecera ya había previsto este final.
Se acerca a mí y posa sus labios más fríos que los míos en mi boca y musita un “adiós”, casi inaudible, solo para mis oídos.
La forense la coge del hombro, la abraza,  y la lleva hacia la puerta con ojo de buey y antes de salir de mi ángulo de visión, mi mujer se vuelve y me guiña un ojo, sonriendo.
La insulto, me desgañito y no sale nada por mi boca, se aleja y no puedo hacer nada, intento moverme y no lo consigo.

Se cierra la puerta y el silencio se adueña de la sala, me digo, que todavía tengo alguna oportunidad antes de que inicien la necropsia o si cuando la comiencen sangro o tengo alguna contracción muscular.
Se oye un carro auxiliar con el ruido de los instrumentos que lleva, la puerta que se abre y que se cierra y las luces de la sala y de la lámpara de cinco focos que golpea mis retinas, mis pupilas no son capaces de contraerse.

El ayudante cuelga una balanza y veo a través del cristal periférico del foco que coloca en mesas anexas agujas y lancetas de disección, microscopio, cubetas, mecheros de Bunsen, estufas, pipetas etcétera.
En la mesa de la forense coloca los condrotomos, cerebrotomos, tijeras y escalpelos, sierras, pinzas y escoplos.
En otra mesa, el material de sutura, agujas rectas y curvas, hilo y porta agujas, navaja barbera, lentes de aumento, cámara de fotos y de video.
Me vuelven a lavar y noto como el agua recorre todo mi cuerpo y por las ranuras del mármol se dirigen hacia los sumideros laterales.

De un gancho colocan el costotomo y la sierra eléctrica y yo aterrado, se me relajan los esfínteres y me lo hago todo. El ayudante se enfada, me vuelve a lavar y la forense le dice que suele pasar a veces, que es normal.
Intento mirarla a los ojos para que se de cuenta de que estoy vivo pero no noto ningún signo de que ella lo aprecie.
Se pone el gorro con dibujitos infantiles, la mascarilla y los guantes y coge el escalpelo y veo a través de la lámpara, que lo aplica en mi pecho haciendo un dibujo oval limpio, que no sangra y yo me sorprendo en que no siento dolor.
Debo de estar anestesiado porque la forense está disecando la cavidad torácica muy limpiamente. Al llegar a las costillas toma el costotomo aplicándolo a las costillas y haciendo gran fuerza no consigue cortarlas, requiriendo la ayuda del auxiliar.

Cuando retiran la plancha de costillas y esternón disecada, queda un gran hueco y veo desde el reflejo del plato de la balanza mi corazón que late convulsamente y en ese momento miro a la médico que me está observando y caigo en la cuenta de la gran complicidad entre ella y mi mujer cuando estaban juntas conmigo, charlando y con unos roces aparentemente casuales.
Aprovechando que el ayudante está de espaldas, enfrascado en el instrumental que está colocando ordenadamente, se acerca a mí, me besa y me dice “yo cuidaré de ella”.
Toma el bisturí y metiendo las manos en mi cavidad torácica, secciona limpiamente la aorta y las cavas y la sangre empieza a fluir y a llenar todo el espacio.

Mis ojos se nublan poco a poco y cuando la forense saca mi corazón con las dos manos y lo coloca en la balanza, yo ya lo estoy viendo todo desde fuera de mi cuerpo y dejo en la sala de autopsias a la amante y en la sala de espera a mi amada, bueno a su amada.

domingo, 3 de agosto de 2014

VERANO 2014 - NOSTALGIA


                                                             NOSTALGIA
 

1968, agosto, Playa de San Juan. Después de 3 km de caminata entre huertas, treinta jóvenes de edades diversas accedimos a la playa, para pasar la noche y ver amanecer. Colocamos las toallas, encima la sangría y alrededor sentados, cantamos las canciones de Paco Ibáñez, Serrat y The Beattles.
 

La luna llena nos iluminaba a todos por igual, los cigarritos pasaban de mano en mano. Algo contentos jugábamos a la pelota o nos metíamos en el agua, aprovechando para abrazar o dejarse tocar como parte del juego.
 

A mi lado y de la mano, el amor de ese año.

Algunas parejas, en el agua se fundían en uno y algún hermano mayor vigilaba.
 

Tumbarse en la arena bajo la luna llena, las estrellas de la cúpula se confundían con nuestras feromonas y si existe el paraíso, debe de ser parecido.
 

2014, julio, Paya de San Juan. Primera línea, he puesto el despertador, ni mi mujer, ni mis hijas me han acompañado, la luna, la misma de antaño, aunque llena, ya está desdibujada y el sol aparece teñido de rojo.
 

En el desayuno les enseñaré las fotos.


 
 
 En el periódico, ese paraíso ha desaparecido, pongo en mi móvil “a galopar”.
 
 

lunes, 7 de julio de 2014

RELATO ERÓTICO PARA DOLCE LOVE


Relato Erótico:                 Átame
 
Estaba la semana pasada de rodríguez y siempre había oído hablar del bondage y tenía unas ganas locas de probarlo y aprovechando mi soltería pasajera me decidí, busqué en la página de contactos del periódico y solicité un servicio en mi domicilio de una profesional del ramo. Por teléfono ya me encandiló, que si era muy malo, que si me iba a castigar, que me iba a enterar de lo que vale un pene, perdón, un peine. Tuve que sujetar el aparato con el hombro, pues no tenía manos para tantas cosas, en fin que la cosa prometía. Comí deprisa, bueno más que comer, me tomé el menú del rodríguez, fabada litoral grande con dos vermús y dos latas de cerveza. De postre, restos de helados de varias clases, uno de ellos al rato, me di cuenta que era un puré de zanahorias.

La espera se me hizo larga y me duché para estar limpio y sería por el jabón o por la de pasadas que me di, que me puse como un verraco y tuve que aliviarme.

Me tomé dos whiskys cargaditos que me pusieron de buen humor y encendí el equipo con música chill out de temas eróticos.

Sonó el timbre, di un bote, abrí la puerta. Yo, apoyado en el quicio de la mancebía, sonreí al acordarme de la canción.

En el umbral, una mujer cuarentona, discreta en el vestir, con un bolso enorme, de buen ver, que dijo llamarse, Dómina Libertad.

Intenté darle un beso, pero me dio un cachete no muy fuerte y me hizo a un lado de malas maneras.

Me ordenó llevarla a un cuarto para vestirse.

Me tomé un vaso grande de whisky sin hielo mientras se cambiaba.

Se abrió la puerta y apareció Catwoman, botas altas de cuero de punta fina y tacón de aguja, pantalón negro tipo malla donde se podía leer en los labios, chupa con la cremallera a medio bajar o a medio subir, como si fuera gallega. Gorro negro con orejas felinas, antifaz y unos labios rojos pasión que quitaban el hipo.

No tardé en desnudarme y al acercarme un zurriagazo con el látigo en mis partes que me dejó temblando.

Me agarró del pito y me llevó al cuarto, me sentó en la cama y pasó la tarjeta por la bacaladera y me puso las normas, me dijo, te voy a atar pero si quieres parar, tienes que decir “como fruta madura”.

Me hizo firmar un consentimiento informado con multitud de cláusulas como si me fuera a operar a corazón abierto. Noté un pálpito en mis zonas pudendas, lo achaqué al deseo, pero creo que fue porque me entró un poco de canguelo. Ahí, tendría que haber desistido.

Me ató a la cama con cordaje de seda como a San Andrés, en aspa y se subió a la cama con sus taconazos e inició un baile en mi escroto que me hizo chillar, aunque me gustó un poco, dije “verdura” pensando que pararía, pero nada.

Me puso un anillo constrictor en el pene con un vibrador y yo notaba que se iba estrangulando y poniendo morado, dije “melón”, nada, “sandía” y nada.

Sacó vaselina y una porra de policía, me untó y metió un palmo en el recto, grité y chillé “macedonia” y siguió metiendo hasta llegar al pomo del mango y la correa.

 Me arañó por delante y por detrás y con un hilillo de voz dije “pera madura”, me puso dos pinzas de la ropa en los pezones y “plátano maduro” y nada,  lluvia dorada y  me retorcí de escozor.

Tomó la fusta y se dirigió, trepando por mis piernas hacia mi pene enhiesto, el cerrojo de la puerta crujió y una voz” cariño, sorpresa, he vuelto”, me  miré y  la vi, por fin, como fruta madura.

 

Epifisis

martes, 1 de julio de 2014

IV CONCURSO MICRORRELATOS 2014 - CEREZAS DEL JERTE - ESCABECHINA


                             

             
                                      ESCABECHINA  
                                                                      
Estaba engarañao por la mañana, en el bancal, esperando la cuadrilla para la recogida, cuando vi salir del caseto a una escandallera, que sin tener miedo de los santosrostros que habitan en los chupanos y enseñándome una puñá de picotas y arremangándose la falda, me hacía morisquetas para que fuera a su encuentro, juli que te juli.
El interior, oscuro y caliente, parecía un mercadillo, de la ropa que había y nos tumbamos a retozar, yo estaba ya enreliao con la del suelo y ella introducía en mi boca con sus dedos, los frutos, yo mientras, introduje los míos en el suyo y no sé cual era más carnoso y jugoso.
 Yo estaba ya alicati perdío y me dije a tirar p’alante y jarreando la cogí en volandas y la subí al tendal.
Berreando como un verraco, me abalancé sobre la moza, dispuesto a terminar la faena, cuando una patada en mis partes, acabó con la tendalina y me dijo, tengo novio y esa fue la moralina.

domingo, 1 de junio de 2014

ESTA NOCHE TE CUENTO - JUNIO - LIEBRATÓN


                                                                                                Liebratón
 
 
 

 La noche calma, deja oír mis pasos por el empedrado brillante, que un propio, en la parte alta de la calle, riega larga manu.
Me paro bajo un farol y palomilla fernandino y me enciendo un cigarro, giro sobre mis pies  y exhalo el humo por las narinas.
 Me siento bien, y al reanudar el paseo, me veo caminar por las fachadas que dirigen mis deseos por el dédalo de calles, al Conejo Feliz.
 Me cuesta atravesar el cortinaje grande de terciopelo, cada día más.
 

Me siento en mi taburete, beso a mi camarera preferida y comienza el ritual, ginebra, vermú rojo y triple seco en la coctelera e inicia un baile con sus pechos.
Un buen grog, me trae recuerdos del Hotel Tirol de mi juventud,  de esa juventud que ahora busco aquí. Se empina por encima de la barra y me calienta en la oreja que hay una nueva, una liebratón.
 

Se me acerca una joven enorme, con una malla ajustada que aplica a mi rodilla y un calor pasa lentamente a mi cuerpo, apoya sus manos en mi muslo y  pido un benjamín.
 

Al salir, me acomodo la entrepierna  y me encamino a tomar unos churros. Sonrío.

miércoles, 28 de mayo de 2014

RELATOS EN CADENA SER - 2014 - MIÉRCOLES DE CENIZA


                                                       MIÉRCOLES DE CENIZA
 

 Solo ceniza, pero la marca de este miércoles, cuando volví a mi sitio, era indeleble. Ayer tarde, en el confesionario, la iglesia estaba en silencio y a oscuras, el padre me hizo pasar dentro y corrió la cortinilla, me sentó en sus rodillas y me besó.
 No sé ni cuánto tiempo estuve, ni quiero recordar lo que hice y lo que me obligó a hacer, solo sé que al llegar a casa no dije nada a mi madre, en el baño me lavé con rabia y al acostarme recordé que hoy, cuando me pusiera la cruz en la frente, sería perdonado.
 

sábado, 10 de mayo de 2014

RELATOS EN CADENA SER - 2014 - APOCALIPSIS


                                                         APOCALIPSIS
 

 
Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir, pero los indicios estaban claros, las lluvias torrenciales, la sequía pertinaz, el calor extremo y al día siguiente, un frío glacial.

 
 
 La revolución de personas, que hartas del poder, cogen las armas y montan barricadas como aquellos miserables de otros tiempos.


 
 
Las fuerzas de orden, que endemoniadas, no se sabe porqué, arremeten contra amigos y familiares y en medio de esta barahúnda, el apocalipsis, maremotos que arrasan las costas y fisuras de la corteza terrestre que engulle ciudades enteras.


 
 
Los volcanes dormidos han entrado en erupción y las cenizas cubren la tierra.


 
 
 Cojo el palo y me preparo.



domingo, 4 de mayo de 2014

ESTA NOCHE TE CUENTO - MAYO - ÎLE DES FEMMES CLUB


                                                                           Île des femmes club
 
 

 

Nunca pensé que al llegar a esta isla, medio muerta, después del naufragio de mi matrimonio, fuera a encontrar un salvavidas como tú, Pierre, me has rejuvenecido y vuelvo a sentir lo que hacía años que mi marido me había hecho olvidar.
 

 
Tuve dudas al venir, de tanto llorar, estaba seca, pero fue tirarme al agua para que el barco no me llevara al fondo, que el ansia de vivir me obligó a bracear, como esos niños cuando aprenden y llegar a esta orilla.


Tu dulzura, tu comprensión y tu belleza, cuando te conocí, hicieron el resto.
 

Mañana no sé, por ahora, abrázame, déjame sentir tu cuerpo pegado al mío, deja que me humedezca al sentirte tan duro y como te restriegas contra mis caderas.
Sigue con tu boca en mi oreja, dime que me deseas, échame tu aliento caliente en el cuello, muérdeme el lóbulo, tira de él, lo siento, como si fuera en el pezón, pon tu mano en mi culo y aprieta, estoy sudando, la música, el baile, el alcohol y tú, me hacen débil.
Estoy notando tu miembro y ya siento como me penetra, como se abre entre mis labios. Sujétame por favor, me voy.