ATOCHA, 1918
Creo que soy expósito y
no sé la edad que tengo, ejercí de soguilla en el embarcadero y en la glorieta,
peleándome a diario con los mozos de cuerda y con los municipales, que me
corrían a porrazos.
Aunque renco, doy gracias por lo que me pasó en la estación
de Mediodía.
Dormitaba una tarde en
el andén, encima de un carretón, pues estaban en huelga los mozos, cuando un
bastón se me clavó en el abdomen, un petimetre me miraba desde lo alto y me
obligó a llevar un baúl enorme rematado en los bordes con metal.
Al subirlo con
la soga y por las prisas se me resbaló y me rompió la rodilla, sacándola de su
sitio.
Mientras gritaba de
dolor, el lechuguino me golpeaba con el bastón y me hubiera matado de no ser
por la intervención de una monja que se interpuso y que con la ayuda de otra me
llevaron al Hospital.
El de los huesos me recompuso como pudo, me escayolaron y
pasé a una nave enorme con un biombo alrededor.
Vino la monja con una
palangana y se sentó a mi vera, era joven y guapa, con una toca alada blanca y
que me sonreía. Empezó a quitarme la ropa y yo me resistía, me acarició, nadie lo
había hecho antes, me dejé. Me pasó la esponja por todo el cuerpo, tuve una
erección y ella se puso como un tomate, yo me tapé con la sábana.
Cuando pudo me llevó a
un cuartucho del sótano, donde dormía y me enseñó a amar y a ser amado, aprendí
a leer y a arreglar los cadáveres y así entré en la profesión.
Durante dos años
trabajé con un fotógrafo de Embajadores en la realización de fotografías
postmorten y acudíamos a domicilios y creábamos situaciones normales como
comer, leer con el muerto, si era niño, jugando y los familiares alrededor. Arreglaba
los muertos del Hospital para su enterramiento.
Con tantos fallecimientos por
la gripe, esas fotos han pasado de moda.
El olor entra por la
nariz, ojos y boca y te hace llorar, aunque lleves años haciendo lo mismo.
Al
abrir el arcón de mármol, la vaharada de formol te golpea la cara, te das la
vuelta y coges el siguiente cadáver de la carretilla, que has traído del sótano
del Hospital de Sabatini.
Están magros de carne,
la epidemia de gripe deja a todos por igual y cuesta meterlos en la pila pues
está a rebosar y se enganchan los miembros de unos con otros, empujo con las
manos y a veces con el pie.
No se quejarán los estudiantes del Colegio de
Cirugía de San Carlos, hasta el año pasado, se peleaban por los restos y a
veces había que trocearlos, los legales, procedentes de la justicia, pocos y
los íntegros escasos.
Al embalsamar un
cadáver reconocí al petimetre en él, el recuerdo me cegó, con el escalpelo le
corté los genitales y forzándole la boca rompiéndole varios dientes se los
introduje en ella y lo devolví al velatorio tal cual.
Cuando me llevaban los
alguaciles, mi ángel alado lloraba en silencio.
¡Caramba Momia! Un relato genial, digno del enorme esfuerzo que tuve que realizar para obtener la imagen. Primero convenciéndoles para que se dejaran hacer -aún respiraban- y luego para que ninguno se moviera mientras sacaba la instantánea. No ha sido en vano. A ver si nos sale una Noctámbula marchosa que dé más calor al fuego eterno.
Mefis.
Querido y odiado Mefistófeles, así que mi amigo fraile del relato te invoca para irse contigo al averno y tú, que eres más malo que la quina le pones al Benito detrás.
Pues entérate, la noctámbula ha quedado conmigo, dice que soy un momio.
La Momia
Esto sí que es humor negro.
El pobre tiene motivos para quejarse, si además tiene un colmillo en la tonsura…
Precioso texto, fuego fátuo incluído.
(creo que sé quién eres, jeje – cuando se descubran los nombres, veremos si acierto
Un beso!
por favor dímelo, porque llevo tantos siglos vendada que no se si soy mujer u hombre. Espero impaciente a Noctámbula para que me desenrede.
Beso fétido
Por tu fabuloso relato, intuyo en ti una sensibilidad especial, dulce y morbosa.
Anhelada Noctámbula, tu nombre llena mis sueños de inquietas imágenes, únete a mi y deslíame. No hagas caso de Mefistófeles, es un flojo.
La imagen del Benito con toca alada es muuuy graciosa…
¡Muy buen micro, me encantó!
Como dice el dicho, a cada santo le llega su San Martín.
Muy buen micro; me gustó.
Querida Momia, con esa sensibilidad tan especial, que dices debo tener, solo puedo cantarte al oído, en medio de la noche oscura.
Lía con tus brazos, un nudo de dos lazos
que me ate a tu pecho, amor.
lía con tus besos la parte de mis sesos
que manda en mi corazón.
Fíjate Noc, que creo conocerte, una persona sensible, que sabe muchas canciones y que pone las letras enteras.
El problema sigue siendo que desconozco mi género, para un acercamiento, bueno, hoy día, no, hoy noche, es más moderno no hacer distingos. Total, solo nos queda la eternidad.
Beso pútrido, tu momia