FUEGOS FATUOS – EPÍFISIS
alejandro pozo
Metí en el saco hierbajos a puñados, cuando frente a mí, una luz verdosa, fluorescente me llamó la atención, al acercarme, la lápida que pisé se hundió y caí sobre un féretro que se hizo astillas y acabé entre huesos y una calavera que me sonreía, con restos de carne y un gusano en la órbita. Grité.
Trepé como pude y al saltar el muro, los zarzales me desgarraron el cuerpo.
Desde entonces, las heridas aumentan y un líquido seroso, hediondo y con una luz que fluctúa por la noche, moja las sábanas.
Hoy, la gangrena alcanza a la cintura y cuando caigo en la semiinconsciencia, noto como me licuo y como la parte inferior de mi cuerpo es una masa informe. Nunca creí en los fuegos fatuos, pero ahora mismo que estoy escribiendo, oigo pasos tras la puerta, los cencerros de la Santa Compaña suenan y una luz se filtra por la puerta y se une a la mía, como una aurora
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