ÉRASE
que se era
Así
empezaba mi madre tantas tardes de invierno en Valladolid, por la ventana, el
patio de la Academia de Caballería y mis tres hermanas y yo, alrededor de la
mesa camilla, encima, un paquete de papel medio abierto y en el centro,
centenares de lentejas.
Tenía,
lo que tiene que tener un cuentacuentos, voz, dulzura, memoria y una cantidad
de historias infinitas, para tenernos en tensión, mientras nuestras manitas
cogían un puñado, algunos arrodillados sobre la silla de enea, con surcos sobre
nuestra piel, que luego frotábamos para quitarnos las marcas.
Del
montón de cada uno, íbamos separando las piedras, que arrojábamos a un plato de
cocina desportillado, con un ruido metálico cantarín, mientras mi madre se
quejaba del economato militar de dónde provenían.
Además,
mientras Juan Sin Miedo se introducía en el castillo en una noche de tormenta,
mi madre, de las limpias, iba quitando las agujereadas, aunque según ella eso
significaba que el gorgojo ya se había escapado.
A
veces, mi padre se apoyaba en el quicio de la puerta, con su sempiterno
cigarrillo de caldo en una mano y un
vaso de clarete en la otra, sin decir nada y sonreía.
Que bien reflejas una època de nuestras vidas, los que estamos en los 50 y pico separamos lentejas y lavabamos el arroz antes de echarlo al puchero.Mientras todo esto sucedía en la radio las novelas en la radio eran el telón de fondo a la escena.
ResponderEliminarCuantos recuerdos afloran a mi mente con lo que acabo de leer.
Un beso
Puri
Pues si Puri, antes se valoraban cosas más sencillas. Hoy día, los niños tienen de todo. Recuerdo "Ama Rosa".
ResponderEliminarUn beso
Cuánto le gustaría a ella leer este relato...se le iluminarían y se le humedecerían los ojos...
ResponderEliminarPues si, es un poco homenaje para ella en una época dura de estrecheces.
ResponderEliminarUn beso