MESA
DE CAMILLA
Ya
era de noche en el pueblo, mi prima y yo corríamos por la carretera, mientras
la cellisca golpeaba con fuerza nuestros rostros, atrás, habíamos dejado el
colmado, lleno de olores, en mis manos un paquete de lentejas pardinas, en las
suyas seis arenques secos en un papel de periódico de un barril de madera.
Golpeamos
la parte de arriba de la puerta y metiendo la mano y quitando la falleba que
sujetaba la parte inferior, entramos, recibiendo una vaharada de calor y gritos
de mis hermanas que nos estaban esperando.
Mi
madre cogió los arenques y los puso encima del trinchero, primero el deber,
luego la pitanza, dijo y nos sentamos alrededor de la mesa de camilla.
Mi
hermana mayor, empezó a desgranar el rosario, mientras los demás íbamos
limpiando de piedras las lentejas del paquete a granel, las vanas ya flotarían
en el agua.
El
calor, el sonsonete de la oración y la pierna de mi prima, pegada a la mía, la
faldilla por encima, yo entonces con calzón corto, me provocó mi primera
erección y la sabia mano de ella, lo que sigue y desde entonces ante un buen
plato de lentejas me acuerdo de aquél día.
Unas buenas lentejas con sus sacramentos..., qué buen menú. Póngame más.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Con su choricito y su tocino tembloroso ja ja ja
ResponderEliminarSaludos
Esas lentejas seguro que te sabían a gloria bendecida por la mano de tu prima, esas primas siempre tan tentadoras, y tu choricito tan inocente.
ResponderEliminarUn casto beso.
Puri, arrebolado me dejas con tu comentario. Inocente pero picantón. Ja ja ja.
ResponderEliminarUn beso