PARA ICEBERG, EL
MÍO
Chevalier, en el salón Parisién con una absenta, el
azucarillo en la cuchara con agujeros y echando el agua por encima, cuando
escuchó ruido de ropa por la espalda, posiblemente un can-can
demasiado almidonado.
Me permite, le susurraron al oído, al volverse, la mujer más
encantadora, de blanco impoluto, con una sonrisa que hizo que se levantara,
cogiendo de la silla de al lado, el bastón y el canotier.
Por favor, soy viuda,
voy a estudiar a New York, quiero olvidar, soy muy joven, Ay, Huy, hoy?,
aquí, ahí la 115, hey, oh
la lá, oui oui.
Entra primero ella y al poco él. A la media hora el
primíparo sigue con los cordones de la faja, el miriñaque en el suelo como un
tacataca, las medias con la blonda y sus corchetes enganchados a una pantaletas
de puntillas le tenían a punto de explotar.
Al separar la faja, la marca de las ballenas en la piel del
tronco semejaba las grietas de un río seco.
Epi, que mal momento escogieron tus protagonistas para consumar los hechos, jejej, puede que al final esa clavada fuera su paso hacia un mundo mejor jejej.y por el camino disfrutaron de lo lindo.
ResponderEliminarBesos .
Puri