ZURRASPAS
Cuando éramos jóvenes, los
quintos del pueblo levantábamos un seiscientos y lo poníamos en mitad de la
plaza del ayuntamiento, en medio del jolgorio general y con ideales en la boca.
La otra tarde, mientras jugábamos
al dominó en la taberna, vimos pasar un coche pequeñito, nos miramos, apuramos
las copas de sol y sombra, ruido seco al unísono de las fichas sobre el mármol y
salimos al horno de la hora de la siesta.
Ni un pájaro, solo un perro
tiñoso en la sombra.
A solas, rodeamos el vehículo y
al grito de ya, tres manchamos los pantalones y el otro se hernió por el esfuerzo.
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