KGB
A los pies de la cama, de la suite del Hotel Tverskaya, desnudo, sonrío mientras me miro en
el espejo.
Se abre la puerta
del baño y entra Petirroja, con unas braguitas, liguero y medias con blondas de
color picota, me coloca una mano en el pecho y me tumba en el tálamo.
Quiero intimar con
ella, pero sin decir nada, me agarra del miembro. A punto del desmayo, veo que
la otra mano lleva un puñal, con la pierna la volteo y salto sobre ella, innecesariamente,
de su cabeza dislocada un reguero de sangre me mancha las manos.
A veces para salvarse hay que
convertirse en asesino.
Me visto raudo, me deslizo por las sombras, me
apoyo en una fachada y veo enfrente el Mausoleo de Lenin, sigilosamente, penetro.
Me acerco a la momia y me acuesto a su lado.
Necesito un escándalo internacional.
¡Ay del Ejército Rojo!.
Creo que se ha movido.
Van a abrir.
Empieza la cuenta atrás.
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