No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento, temiendo que se abriera de golpe y le pillaran en el pasillo.
La música se oía desde el portal y según subía por la escalera, el volumen aumentaba en la misma proporción que disminuía su decisión de entrar.
La chica que le había invitado a esta fiesta, le tenía prometido una experiencia única y primigenia, pero el temblor de sus piernas y la sudoración de manos y axilas no auguraban nada bueno.
Llamó a la puerta y al abrir estaba ella, sensual, en el pick-up sonaba Adamo. La oscuridad casi era total.
Tomándole de la mano lo metió dentro.
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