Como tantas veces había hecho de niño, el otro día me acosté con la chica de servicio, pero esta vez fue diferente, hubo sexo. No un sexo explosivo y ardiente, sino reposado, pues nuestras edades, ya no nos lo permite, ya que han pasado cincuenta años desde mi infancia y tanto yo, como ella, Pepa, que me lleva siete años, ya no estamos para estos trotes.
Nos hemos querido mucho y fuimos cómplices en besos y caricias, durante décadas, pero hasta que no ha muerto mi madre, no hemos podido dar rienda suelta a nuestros sentimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario