TEATRO
NEGRO
Las manos de uno de los hombres se posaban en la
garganta de K. y ella se estremecía, pues no sabía quién era. El público reía
en el patio de butacas y la iluminación frontal y el ir vestidos de negro salvo
los guantes y las zapatillas, la impedían identificar al causante del acoso.
La música, de Smetana, muy alta e in crescendo,
acompañaba los movimientos de los actores que iban de un lado a otro del
escenario, formando la coreografía del poema sinfónico Má vlast y cuando el
oscuro pasaba por su lado la golpeaba cada vez más fuerte.
Tenía miedo y no quería parar el espectáculo en su
primer día de trabajo.
En los acordes finales, los treinta actores se
juntaron en el centro en un gran revoltijo, él encima de K. y le clavó algo en
el pecho.
Ella se llevó las manos al corazón y cuando mostró
los guantes rojos, el público se levantó y aplaudió enloquecido.
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