-A la cola, como todo el mundo. Dijo la prostituta apoyada
en la tapia del cementerio.
-Pero es que yo, es mi primera vez. Agachó la cabeza y se
colocó al final de la larga fila que ondulaba hasta la verja de la salida.
Se volvieron varios y se echaron a reír.
Se quitó la gorra y dándola
vueltas en sus manos miraba asombrado el quehacer de las diferentes
mujeres que en el muro tenían su chiringuito, una silla, una mesa con una
palangana y unos trapos de un color indefinido.
Unos eran lavados y lo hacían con las mujeres apoyadas en
las mesas y los faldones arremangados, otros,
simplemente eran aliviados con la mano experta de la meretriz y los
menos, con la boca.
La rapidez era la tónica y veía con terror como la cola
avanzaba inexorablemente y al llegar su turno, se miró el pantalón y dijo:
-Perdone señora, ya
no hace falta.
Buen enfoque de la primera frase. Yo no confío mucho en este certamen, pero y ava siendo hora de que pasen de melodramas y escojan algún microrrelato más crudo y formativo como el tuyo. Suerte.
ResponderEliminarPablo, yo tampoco confío mucho porque creo que se inclinan más por la zona este de España.
ResponderEliminarUn abrazo