CONTRATO DE PLENA DEDICACIÓN
Naricilla respingona y un
cuerpazo de escándalo, el Presidente se volvió satisfecho y subiéndose la
bragueta se encaminó hacia su mesa de raíz, de su despacho, se sentó en su
sillón de cuero, con reposabrazos y cinco ruedas y abrió la carpeta que estaba
encima.
La secretaria tendría una indemnización jugosa, hacía falta renovar ese espíritu que
la empresa estaba necesitando ya.
De ella, sacó un contrato y con un gesto de la cabeza, hizo
que la joven, arreglándose la falda y con el pintalabios, diera vuelta a la
mesa y se abrazara a su cuello.
Sonrió, al escuchar el rasgueo de la pluma sobre el papel.
Como dicen en una serie de risa "ha seguido el procedimiento habitual".
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