AÑOS CINCUENTA, VALLADOLID
Pesaban
muy poco pero aplastaban sueños, eran pecados veniales, como aquella sisa del
monedero de mi madre.
Abrí el clip, la novela
seguía y tomé un patacón, lo introduje
en el bolsillo imaginando la de golosinas que tomaría en el Campo Grande.
Pasos
rápidos por el pasillo y mi madre en el quicio preguntando sin hablar, saco la
mano y por el roto por donde mis dedos solían explorar mi virilidad, la moneda
se desliza, frío en el muslo y por la pernera sale rodando hasta la zapatilla
de franela.
Esa noche,
dormía caliente.
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