A primeros de este mes
de Diciembre me llamaron como todos los años para la cena de Navidad de los
compañeros de la Academia General Militar de Zaragoza de los años 70, cada vez
somos menos y con un salón privado de un asador de la A-2, lo hemos
solucionado.
Nos cuesta mucho abrazarnos, pues nuestros abdómenes son un impedimento y pasar para orinar entre las
sillas, la barriga y la pared, entre las
prisas y la próstata, ocasiona algún que otro accidente que deja su huella en
la portañola.
Después de los
aperitivos, bien regados, del primero y luego del asado, las canciones y vivas
a la Patrona atronaban el comedor y los gin tonics, chupitos de aguardiente de
hierbas, wiskies y coñacs, corrían por la mesa y no era una metáfora, parecía
un mantel con chapapote.
Los brindis por los caídos, que no en combate, sino
por la cirrosis, pancreatitis e infartos, hacían que los que quedábamos
estuviéramos a un tris de engordar la lista.
A la vuelta de una incursión al excusado
me confundí y penetré en otro comedor donde me recibieron unas cuarenta mujeres
de todos los colores y pelajes posibles, con gran algarabía y regocijo.
Celebraban su fiesta de Navidad de un
puticlub de la misma carretera. Era difícil elegir a una, así que me sumergí en
la multitud de pechos y de brazos que se abrieron a la vez.
Al rato me di
cuenta que había abandonado a mis compañeros de la milicia y como picha
española no mea sola, me dije, pues de lo otro igual. Intimé rápidamente y como
buen caballero español las invité a una copa en mi reunión.
Para qué fue aquello,
cuando entramos en tropel, algunos se cayeron de las sillas, los más se sumaron
a los besos y abrazos. Otro día tendremos que quedar para borrar los selfies
que nos hicimos, que espero que no salgamos en youtube y ocasione alguna
separación.
Se trajo cava y al poco
rato cada oveja con su pareja, unos en el suelo, otros en el baño, los
camareros entraban y salían corriendo, todos, menos un coronel un poco pusilánime, que ya en
la Academia era rarito, que en una esquina hacía morisquetas y mohines a una
cubana de armas tomar.
La que se sentó en mis
rodillas con un cuerpo espectacular, unas tetas que se salían por arriba y una
naricilla respingona, junto a una lengua juguetona que en un pis pas me hizo un
traje saliva, se me insinuó, vamos eso creo, porque me invitó a conocer el
mueblé y a corresponderme con otra copita.
Miré alrededor y el
campo de batalla ya estaba lleno de cadáveres, unos con la cabeza entre los
brazos en la mesa y otros entre los brazos del enemigo, hasta el flojo, se
estaba dando el lote con la caribeña.
Me despedí sin ruido,
hubiera dado igual como lo hubiera hecho, nadie se enteró, cogimos los bártulos
y nos encaminamos al club, que estaba al
otro lado del parking, me subió a una habitación rosa con un espejo en el
techo, puso música calentorra y bailamos, mientras me metía mano, lengua y más
cosas, me puso a mil, me desnudó y me tumbó en la cama.
Se quitó la ropa y como
les digo yo a mis compañeros lo que tenía entre las piernas. ¿Cómo decirles que
me gustó y que he repetido?
No soy capaz de
quitarles la ilusión, era más grande que la mía.
Eso es una bacanal en toda regla, no se salvó ni el apuntador, jeje, situaciones así no son fáciles de controlar, sobre todo cuando descubres que quién está entre tus piernas es alguien a quien no esperas. ¡¡sorpresas que da la vida!!!
ResponderEliminarBesos Epi, y un placer pasar por aquí , siempre se descubre algo interesante.
Puri
jajajaja...
ResponderEliminarEpífisis he saltado desde ENTC hasta aquí para saber salgo más de ti, pero por hoy, que es sábado, aquí me planto, que me voy a ir tan satisfecha a la cama que ni ganas me van a quedar ...¡de dormir!.
Un placer encontrarte por todas partes. (¡Uy lo que he dicho!)