FERVOR
Mientras la impía lluvia borraba la rayuela, el cura del pueblo
llevaba a la niña de la mano hacia la casa parroquial.
Las contraventanas se
cerraban a su paso y en la esquina, tras el cristal, el tonto del pueblo se
rascaba y de la taberna ascendía un griterío ensordecedor cuando las fichas de
dominó golpeaban las mesas de mármol, pies de máquinas de coser y lápidas antiguas del revés, del cementerio viejo, que el dueño de la
bodega cogió entre lo que quedó del traslado de los restos.
María la hilvaná, Agosto
1966, murió de parto, reza debajo de donde juegan el médico y el farmacéutico.
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