CORTEJO SENSUAL
En
medio de la barahúnda del pub, con gente disfrazada, la música española de los
80 en directo muy alta, me encuentro disfrazado de Drácula, sentado a una mesa con mi copa.
En
los 22 años que viví en Las Palmas, no solía estar parado, bailaba y me metía con otras mascaritas. Desde
los sesenta y tantos que tengo ahora, observo y mi mirada recorre el local. Parándome,
ora en una pareja de bailarines, ora en
la juerga de algunos amigos de copas que gritan por no entenderse.
A
cierta distancia, en la barra, un foco iluminaba a una pareja sin disfrazar, él
peinaba canas, ella atractiva, como si la luz creara un aura que los separase
de los demás mortales. En su cápsula, la música era otra, estaban solos y de
pie. Se movían a un compás lento, sutil,
erótico, ese que hace que nos aproximemos o alejemos casi sin contacto y que se convierte en un
juego eterno.
La
sonrisa de él, le hacía parecer más directo, más depredador. La sonrisa de
ella, más felina, hacía que no se supiera quien era la presa. Sus manos como zarpas, bailaban alrededor del cuerpo del macho sin
tocarlo, enervándolo aún más.
Estoy
asistiendo a la conversión del cortejo sexual de los documentales de la 2,
en uno sensual. Más largo,
quizás porque vienen de otras historias. Lo más seguro, porque en las segundas oportunidades, algunas cosas se
cuidan más.
Como
un voyeur, embelesado por el ritual de
ataques y huidas, besos y caricias, tengo envidia sana y noto un pálpito en mi
bajo vientre.
Se
marchan. Me acerco.
María
y Rubén, felicidades.
PADDY FOX’S. NOCHE DE HALLOWEEN 2018
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