Apoyada en la balaustrada del palazzo Ca’Rezzónico, Febe admira el Puente de Rialto y ensimismada, bebe separando ligeramente el antifaz de organdí que lleva.
Se asusta al oír el frufrú de su falda almidonada, pues un joven sin máscara y guapísimo, está pegado a ella. Sus facciones son de efebo y su voz la envuelve con un aura capaz de aflojar su cuerpo. Queda prendida en el acto.
Ganímedes que así se llama el sujeto, la requiebra, la coge de la mano y acerca su boca a su oreja, tomando su lóbulo con los dientes y la conmina a ir a un reservado.
Brindan con las copas de la cercana Murano y los atrevimientos van a más, se besan y el Casanova como sin querer, roza sus pechos.
Se van a un balcón con celosía y Ganímedes tomando la mano de Febe la introduce entre sus calzas acuchilladas, ella se pone a rebuscar y no encuentra nada, se entretiene en ello y el adonis se retuerce de gusto y hunde su boca en el cuello de la doncella para no gritar.
__No soy Ganímedes, sino Rosalinda y estoy enamorada de ti desde siempre, échate en el diván.
__Como gustéis.
Desde mi escondite estoy grabando a mamá, que ayuda a cambiarse al payaso que va a actuar en mi cumple. Está muy contenta y se besan, luego le pinta.
Le quita la camisa y se pone de rodillas, le baja el pantalón, jo, tiene una pilila más grande que la mía, esconde la cabeza en su tripa y cabecea, le está haciendo cosquillas, pues la sonrisa del payaso es de oreja a oreja y él le pone las manos en la cabeza para que se las siga haciendo.
Cuando venga papá le diré, mira, ya se grabar con la tablet.